Banners
Banners
altoromexico.com

Desde el barrio: Una retirada alarmante

Martes, 12 Dic 2017    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
...el futuro del espectáculo sufre el abandono y la desidia de unas...
Algo se está haciendo mal, muy mal, en el toreo cuando un prometedor novillero sin picadores ha decidido retirarse en plena adolescencia y guardar en un cajón todas las ilusiones amasadas desde la infancia, desgastadas de tanto esperar la ocasión, merecida y lógica, de dar el siguiente paso profesional en la evolución de todo buen aspirante.

El chaval ha tomado así una decisión de hombre y de puertas adentro, con la misma discreción y seriedad con que se mostraba en público y sin nadie que se haya encargado de mandar una nota de prensa a tantos medios taurinos acostumbrados al corta y pega, por lo que el caso ha pasado prácticamente desapercibido.

Expliquemos, pues, que el chaval es malagueño, se llama José Antonio Serrano y se anunciaba como El Lauri, apodo con el que se hizo su cartelito en el escalafón de los sin caballos, en el que incluso llegó a ganar varios certámenes de promoción, entre otros el de Canal Sur Televisión.

Novillero de buen corte, con unas finas y clásicas maneras, El Lauri ha demostrado repetidamente su proyección con los erales y los becerros durante tres largos años, el último a la espera de que se cumplieran las promesas, demoradas y nunca cumplidas, de darle un buen debut con picadores. Solo que algo que hasta ahora parecía tan simple está empezando a ser, tal y como están las cosas, casi más complicado que la mismísima alternativa. Y por eso ha acabado tirado la toalla.

Puede que entre las habituales noticias de apoderamientos insustanciales, los repetitivos resúmenes del año y el periódico "ruido" de las ferias americanas, la retirada de un casi desconocido becerrista no suponga una noticia de mayor interés para el rutinario y poco analítico periodismo taurino actual.

Pero el hecho en sí, más allá de su aparente intrascendencia informativa y de la condición de su protagonista, es en realidad un palmario y alarmante síntoma de la situación actual del toreo, la constatación de que el futuro del espectáculo, encarnado en su base, sufre el abandono y la desidia de unas estructuras de poder cegadas por el mezquino presente y que ya se permiten hasta el estúpido lujo de dejar ir a los novilleros más cualificados.

La cuestión es que, aniquilados por la crisis del 2007 los entonces vituperados pero ahora anhelados "ponedores", aquellos que contribuyeron con su dinero particular a la proliferación de las novilladas en el salto de siglos, nadie desde el mundo del toro se ha preocupado después, ni en lo más mínimo, de fomentar ni de blindar los puntos de apoyo del toreo.

Nadie desde los puestos de mando ha tenido el valor y la inteligencia de presentarse ante los políticos nacionales y locales a demandar seriamente, amparados además tras la reciente ley que reconoce al toreo como patrimonio cultural, no ya una ayuda sino una lógica reducción de costes de producción en los festejos menores, tal y como sucede con el deporte de base.

Cada año que pasa se hace más apremiante una drástica disminución de las cargas fiscales y de los gastos administrativos de las novilladas, precisamente esas partidas que lastran en un altísimo porcentaje a las pocas, y cada vez menos, empresas y ayuntamientos que se atreven a organizar el menguante número de espectáculos con utreros de cada temporada.

Pero la única y torpe solución al problema que surge de las mentes pensantes del toreo es la de cargarse el "chocolate del loro": una obsesiva fijación en eliminar un picador y un banderillero por cuadrilla, sin reparar en que sus sueldos –que ya los miembros de la UNPBE decidieron reducirse a sí mismos en un diez por ciento en estos festejos– son solo una mínima parte de los aproximadamente 50 mil euros (un millón 115 mil pesos) que supone en España el anuncio de una novillada.

Es hora ya de que el sistema empresarial se ponga a analizar y a trabajar en serio, con suficiente amplitud de miras, sobre un asunto en el que va implícito el futuro más inmediato de la fiesta de los toros y también el de su propio negocio. Porque de aquí a unos años, a la vuelta de la esquina, ellos mismos van necesitar en sus carteles de muchos Lauris que renueven un escalafón cada vez más repetido y envejecido.


Comparte la noticia