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Desde el barrio: De toros y corderos

Martes, 05 Sep 2017    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
...tal cobardía no es achacable únicamente a los políticos de todo...
Se calcula que en los últimos días, los que dura la llamada Pascua musulmana, han sido sacrificados en toda España más de 300 mil corderos mediante el rito halal, que consiste en degollarlos y dejarlos morir desangrados y sin aturdirlos en dirección a la Meca, la ciudad natal del Profeta.

Mahoma fue precisamente quien, hará más de mil 400 años, dictó a sus fieles la recomendación –sunnah– de celebrar esta Festividad del Sacrificio, o Iduh al-Adha,  justo después de la época de la que sí es obligatoria peregrinación a la Kaaba, para evocar con ello la decisión de Abraham de, como ofrenda a Dios, matar un cordero en lugar de a su hijo Isaac.

Por una mera cuestión de respeto a las distintas culturas y creencias religiosas, no hay nada que objetar respecto a este rito mediante el que la comunidad islámica degüella en el espacio de cuatro días varios millones de borregos en todo el mundo, para estrechar lazos con su familia, allegados y gente necesitada, a los que, respectivamente, se reparte un tercio de la pieza sacrificada para su consumo.

La costumbre, además, tiene sus reglas, pues el cordero, que ha de ser un ejemplar maduro y sano, ha de morir a manos del cabeza de familia y siempre al aire libre, lo que, en España y otros muchos países occidentales, supone una excepción a la estricta normativa sanitaria que, sin ir más lejos, no se hizo con algo tan arraigado en la península ibérica como la ya prohibida matanza del cerdo, que en el medio rural era un acontecimiento en toda regla, cuando no un acto desarrollado con religiosa delectación.

Es más, en centros donde la comunidad islámica es numerosa y tiene verdadero peso social, tal que las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, las autoridades preparan incluso carpas y dispositivos especiales para una ritual matanza colectiva que acaba dejando un escenario inundado de ingentes cantidades de sangre derramada. 

Por nuestra parte, insistimos, así como para cualquiera que aún no se escandalice por imágenes que hasta no hace tanto eran absolutamente naturales en una sociedad menos pazguata, no existe nada repudiable en esta simple y milenaria costumbre religiosa que, paradójicamente, provoca menos protestas y manifestaciones en contra que otra tan equiparable  y culta como son las corridas de toros y los festejos populares.

Porque mientras que los dos millones de musulmanes residentes en España han matado públicamente estos días la citada cantidad de más de 300 mil corderos, sin reproches mediáticos y con total normalidad, los quince millones de devotos, según últimas estadísticas, de la "religión taurina" seguimos siendo señalados, repudiados y vapuleados por ver lidiar y estoquear, bajo una estricta normativa y con riesgo de muerte para sus oficiantes, apenas 20 mil reses bravas a lo largo de todo un año.

El agravio moral y social que se comete con nosotros es tan grande como la propia diferencia numérica de sacrificios de uno y otro rito, pues incluso la demagoga y "buenista" alcaldesa Colau se ha apresurado a felicitar su sangrienta Pascua a la comunidad musulmana de esa Barcelona en la que sigue negando la libertad reconocida de asistir a los toros.

Pero tan cínica actitud no es solo exclusiva de unos políticos que dicen respetar la libertad y las tradiciones religiosas y culturales de las minorías y de los inmigrantes, lo que en principio se antojaría una decisión correcta y sensata de no ser porque a la vez desprecian y atacan las costumbres arraigadas hace miles de años en su patria.

No, tal cobardía no es achacable únicamente a los políticos de todo signo sino también a esa agresiva y cansina militancia animalista y vegana que, con el apoyo inestimable de podemitas y falsos progres, no deja de tocar las narices a la, digan lo que digan, mayoritaria comunidad taurina por ejercer su derecho a disfrutar de un espectáculo legal y de tanta tradición como pueden tener los ritos musulmanes.

Es cierto que el PACMA y otras asociaciones de "defensa" de los animales no han tenido más remedio estos días que salir al paso de un acto tan provocativo para su causa como la Fiesta del Cordero, que efectivamente figura en sus programas como objetivo de prohibición. Solo que lo han hecho de manera tan forzada y testimonial, con la boca tan pequeña, que sus quejas por la que dicen “espeluznante masacre” de 20 mil reses de lidia al año quedan absolutamente desautorizadas.

Por eso, ahora que, tras el fracaso ocultado de la paupérrima del pasado 13 de mayo, insisten en convocar otra manifestación antitaurina en Madrid el próximo 16 de septiembre, no estaría de más, para hacer realmente creíble su lucha, que se fueran a hostigar y protestar a las puertas de las mezquitas. Y que lo hagan igual que ante las plazas de toros, donde insultan autorizada e impunemente a miles de personas pacíficas como corderos que, comiéndose el orgullo de toros, pagan religiosamente sus impuestos en taquilla.

Pero, me parece a mí que, tal y como están las cosas en el mundo, para eso "no hay huevos", que diría Leo Harlem, ni en toda la comunidad animalista junta ni entre tanto aguerrido y musculado “gladiador” antitaurino que ronea por las redes sociales y que no pasa de ser un tierno corderito pastoreado por la policía.

A no ser, claro, que echen por delante a algún trastornado mental como el que el otro día se llevó lo suyo intentando "salvar" franciscanamente al novillo de Miura en Carcassonne. Incauto e inculto idiota que, como su compañera de "hazaña", no supo distinguir un toro de un cordero.


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