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El comentario de Juan Antonio de Labra

Miércoles, 31 May 2017    Madrid, España    Juan Antonio de Labra | Opinión     
...Ojalá que esta genialidad de Joselito Adame en Madrid sirva para...
Los taurinos y aficionados siguen hablando de la forma en que Joselito Adame le tumbó la oreja a "Omaní", el toro de la ganadería de El Torero, la otra tarde en Madrid. Y la verdad es que nadie se lo esperaba. Vamos, que ni él mismo sabía que aquella corrida del pasado 27 de mayo en Las Ventas, iba a terminar así, con esa explosión de incredulidad en el tendido.

Entre algunos de los adjetivos escuchados en estos días, acerca de la manera en que entró a matar, quizá sea el de "genialidad", como lo señaló nuestro compañero Felipe Aceves, el que mejor califique dicho trance. Y pensándolo bien, tiene razón pues no se puede explicar de otra manera.

Aunque también cabría agregar otro más, el de "osadía". Porque nadie podrá negar que este hecho tuvo una alta carga de riesgo del que, afortunadamente, el hidrocálido salió bien librado.

Por otra parte, nadie se ha puesto a pensar que de haber fallado con la espada o haber resultado herido, el aluvión de críticas no hubiera terminado nunca en su contra. Sin embargo, Joselito sabía que iba a matar a ese toro y por eso apostó su vida a que así sucedería. Y la emoción del momento, con el toro muerto, caído encima del torero, quedará sin duda en los anales de la plaza de Madrid. Y eso es lo más valioso en el toreo: trascender, dejar huella.

Afirmaba el maestro Juan Silveti que para matar a un toro había que tener dos cosas: mucho valor o mucha técnica. Pero tal vez lo más importante a la hora en que un torero se perfila para hacer la suerte suprema, sea saber escucharse a sí mismo.

Son esos instantes de máxima concentración los que brindan una luz de serenidad y entendimiento que permiten a los toreros hacer bien la suerte. Y es entonces como sucede esa maravilla llamada estocada, que reivindica la existencia del toro bravo con su sacrificio, en medio de la mirada de miles de espectadores incapaces de hacer lo que está haciendo el torero en ese instante.

La épica de Joselito Adame debería de ser un aliciente para que los toreros que no tienen eficacia con la espada, rindan un gran tributo a la muleta y se den cuenta de la importancia de la misma a la hora de entrar a matar. Porque es cierta aquella vieja consigna taurina de que "la mano que mata es la izquierda".

La suerte de matar tiene diversas connotaciones, no sólo por ser la más difícil de todas. El momento decisivo en el que el torero pasa lo más cerca del pitón derecho del toro, pero sin estar atento a ello, sino pendiente de meter la espada en el lugar correcto.

Por eso hay que valorar la estocada en función de la actitud que muestra un torero al ejecutarla, más que la colocación del acero, que también es importante, pero que se queda un poco debajo con relación a la actitud que el diestro manifiesta cuando acomete detrás de la espada.

Ojalá que esta genialidad de Joselito Adame en Madrid sirva para conferir una importancia mayúscula a la suerte de matar, así como ejemplo a todos aquellos torerillos en ciernes que muchas veces no saben para qué se es torero; cuál es la razón de estar ahí. Joselito ha puesto la muestra en un detalle que refleja la esencia más profunda del toreo.


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