Domingo Ortega fue una indiscutible cumbre del toreo. Estuvo a la cabeza de los toreros españoles desde que recibió la alternativa en la Monumental de Barcelona, en marzo de 1931, hasta que apareció en el mundo de los toros Manuel Rodríguez "Manolete", asombrando, tarde a tarde, a todos los públicos y sosteniendo el paso del triunfo grande. Manolete marcó la diferencia… ¡la enorme diferencia entre él y los demás!

A Domingo Ortega lo apoderada su tocayo Domingo González "Dominguín", uno de los mejores taurinos que han existido y quien descubrió a Ortega cuando entre los apoderados españoles de aquellos años, ninguno creyó en él. Dominguín supo "ver" lo que no "vieron" los demás.

El 30 de julio d 1939, en El Puerto de Santa María, Ortega y Manolete alternaron por primera vez. Se lidió una corrida con mucho trapío de Pablo Romero. Como principio de Fiesta, Juan Belmonte, quien ya llevaba algunos años de no vestir el traje de luces, rejoneó al primero de la tarde.

En este festejo, Domingo Ortega fue el de siempre: hizo el toreo con su admirable y asombrosa facilidad. Manolete, que cuatro semanas antes había recibido la alternativa en Sevilla, estuvo inmenso y se arromó como siempre; enloqueció al público y desorejó a los dos toros de su lote.

Al terminar la corrida, en el callejón de la plaza, Dominguín se le acercó a Juan Belmonte para darle la enhorabuena. Belmonte, con su habitual tartamudeo, le contestó: "Gra gracias", y enseguida agregó: "Có cómo ha estado es este Manolete!"

El apoderado de Ortega le dijo: "Hoy se le ha dado muy bien, pero ya sabes lo que sucede, el día que Ortega da veinte pases, acaba con todos".

Belmonte se quedó pensativo unos segundo y le comentó: "Cuan cuando vuelva a to torear con es este Manolete, va a te tener que dar cuarenta, por lo lo menos".