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Anecdotario de Giraldés: La soberbia de El Guerra

Viernes, 16 Dic 2016    Tijuana, B.C.    Valeriano Salceda "Giraldés" | Opinión   
Rafael Guerra "Guerrita" fue un auténtico mandón del toreo
El segundo Califa de Córdoba, Rafael Guerra "Guerrita", mandó en la fiesta de los toros como ningún torero lo había podido hacer antes que él en la historia del toreo. Cuando quería quitaba a algunos toreros de los carteles para poner a quienes él deseaba que actuaran.

También echaba para atrás toros de ciertas ganaderías y se sustituían con los de vacadas qué a él le gustaban; se atrevía a decir cuánto se les debería pagar a algunos toreros, y más cosas como parecidas… fue el primero en dar órdenes un día sí y otro también. ¡Mandó en la Fiesta!

En 1899 se retiró de los toros cuando los públicos -sobre todo el de Madrid- acudían a la plaza con el propósito de meterse con él, y a la primera oportunidad lo abroncaban. El Guerra era muy soberbio y altanero, y hacía declaraciones desatinadas y soltaba frases que se comentaron mucho, y aún se recuerdan.
Hubo un año en el que no se arregló con la empresa de Madrid y se atrevió a decir: "En Madrid, que atoreé San Isidro"… ni lo olvidaron, ni tampoco se lo perdonaron.

A partir de aquel comentario tan desafortunado, cuando actuaba en la capital española, en la entrada de la plaza se vendían pitos con dedicatoria para él: "¡Pitos, pitos, dos por una perra chica, para pitarle al Guerra!", gritaban los pregoneros.

Algunos cronistas empezaron a informar sobre su manera de actuar en los despachos. No lo podía aceptar: se sentía intocable. "Pueden escribir lo que les dé la gana. Pueden poner lo que quieran, porque yo no los leo, ni nunca los voy a leer".

La respuesta no se hizo esperar: "Su enorme vanidad le hace creer que todo lo que se publica solamente para que lo lea él; eso no es posible, todos los sabemos. No lee porque es un analfabeta".

Entre quienes iban a la plaza, cada vez en mayor número, con la intención de chillarle, y el sector de la prensa que se encargaba de "calentar" aún más a quienes estaban en contra de Guerrita, consiguieron que se fuera de los toros sin anunciar su despedida.

Y después de actuar en Zaragoza el 15 de octubre, en su última corrida de la temporada 1899, declaró: “Yo no me voy… me echan”.

Pocos días después, un periodista le preguntó si no sentía pena por haber dejado de torear, a lo que El Guerra contestó con extrañeza: "¿Pena, yooo?... los que deben tener pena son ustedes, porque no van a volver a verme torear nunca". Hasta allá llegaba la soberbia del famoso espadas cordobés.


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