Rodolfo Gaona se retiró de los ruedos el 12 de abril de 1925. En esa fecha inolvidable, por haber sido una de las más importantes en la historia del toreo en nuestro país, los gaonistas vieron triunfar clamorosamente a su torero por última vez en a plaza "El Toreo" de la colonia Condesa.

Los toreros que han llegado a ocupar y a sostenerse en uno de los muy pocos sitios que hay en el toreo, empiezan a pensar en la despedida al advertir que ya han pasado sus mejores años, y les resulta muy difícil, casi imposible, mantenerse en ese que ha sido siempre "su sitio".

La situación de El Califa de León fue distinta. Su última temporada, la de 1924-25, según quienes lo vieron, fue la de sus mayores éxitos en México. Esa temporada empezó el 1 de octubre de 1924, y terminó con la corrida de la despedida del gran torero leonés.

La temporada fue una de las más larga, pues duró seis meses y medio. La empresa que manejaba "El Toreo" dio 26 corridas de toros y Gaona actuó, nada más y nada menos, que en ¡16 tardes! Y fueron varias sus faenas para el recuerdo.

Resulta imposible atreverse a comentar las actuaciones de un torero al que no se ha visto… eso es de locos. Sin embargo, y por los documentos revisados, Gaona inmortalizó muchos toros. Sus faenas inolvidables se las hizo a "Faisán", de Atenco; "Revenido" y "Brillantito", de Piedras Negras; "Pavo", de Zotoluca; "Turronero", de La Laguna; y para coronar tan excepcional temporada, la que cuajó al toro de su despedida, de nombre "Azucarero", perteneciente al hierro de San Diego de los Padres. A ese toro lo bordó con hilos de oro.

Al cumplirse cinco años de su despedida, sus amigos más cercanos, que no eran muchos, le organizaron una fiesta. Y entonces le preguntaron si estaba dispuesto a torear un novillo... y aceptó. Gaona toreó prodigiosamente, como si no llevara cinco años inactivo. Entre los invitados estaba el general Plutarco Elías Calles, quien al darle la enhorabuena le dijo, casi de manera impositiva: "¡Usted debe volver a torear!". Casi sin pensarlo, Gaona dio una de sus clásicas respuestas: "Y usted debe iniciar otra revolución", ante lo cual, el general se quedó pasmado.