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Desde el barrio: La respuesta de El Juli

Martes, 15 May 2012    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
Decididamente, lo enojaron, como decía Silverio. La campaña emprendida contra El Juli por las grandes empresas, la que lo ha dejado fuera de las principales ferias del arranque de la temporada española por ruines motivos económicos, está empezando a tener su réplica: el arrasador contraataque de un torero que lleva la raza por bandera.

Nunca se arredró Juli ante las dificultades. Desde que era muy niño está acostumbrado a remontarse, y más desde que tuvo que madurar de golpe en la dureza del exilio mexicano, en la soledad lejana del hogar y de la madre. A esa edad en la que otros críos descubren el mundo en la pantalla de los juegos electrónicos, él ya conocía la crudeza de los públicos de medio mundo y los porrazos de los novillos en sus carnes.

Era de esperar, pues, que Juli reaccionara como lo ha hecho ante el ninguneo organizado. Con entereza, sin más lamentos que los necesarios, rechazando del papel de víctima propiciatoria que la prensa le había adjudicado en esta batalla contra los molinos de los intereses creados.

Y, por eso, a pesar de no estar en los grandes escaparates, no se ha dejado de hablar de él en todo este tiempo. En especial por su hechos en la plaza, no por sus palabras. Tres tardes, tres ferias, de la última quincena han sido los altavoces del contundente manifiesto julista: Aguascalientes, Valladolid y, sobre todo, Jerez.

En la monumental hidrocálida, Julián se arrimó a los toros de Fernando de la Mora no como un desesperado, sino como un amante consciente que se recreara morbosamente en el roce de los pitones para sacar muletazos largos y lentos desde la misma cuna del peligro. En Valladolid, para imponerse con una autoridad dictatorial a dos de Victoriano del Río a los que, quisieran o no, tuvo siempre con la cara en el suelo, a la altura de la mano que chascaba el látigo.

Y en Jerez… Las imágenes de la faena que circulan por la red son muy elocuentes. Basta mirarlas para conocer fehacientemente el momento de maestría absoluta por el que atraviesa esta figura a la que siempre se le regatearon los elogios, aun siendo uno de los mejores ejemplos históricos de lo que significa la total capacidad lidiadora.

Pero Juli nunca cedió en la lucha. Ni contra las leyes, ni contra los prejuicios, ni contra sí mismo, como ahora no va a ceder contra las empresas. Es más, justo cuando podría haberse relajado para disfrutar de sus multimillonarias ganancias, de su familia recién creada y de sus miles de triunfos, el rubio de San Blas ha decidido seguir creciendo como torero.

En ese sentido, poco se está hablando del muy visible cambio físico que ha experimentado, probablemente a costa de notables sacrificios: Juli ha perdido bastantes kilos de peso y ha estilizado su figura. Ya no es un torero ancho de mediana estatura sino que su complexión física se ha tornado longilínea y afilada, mientras que su cintura le ha obligado a añadirle unos cuantos agujeros a los cinturones.

Y con un físico distinto, torea distinto. No mejor, pero al menos ya no necesita forzar la figura para llevar igual de largos y de sometidos a los toros, sino que su cada vez más flexible cintura le permite hacer lo mismo manteniendo más vertical y natural su figura.

Es decir, que Juli ni se aburre ni se cansa. Al revés. Se motiva en la dureza y se crece en el castigo, como los bravos. Y, para colmo, ahora se prepara para verse de nuevo las caras con su rival más natural, ese que vuelve a ser su objetivo y su referencia para rechinar de dientes de las empresas. Ellos se lo han buscado. Y la afición sale ganando.


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