Al Toro México | Versión Imprimible
El comentario de Juan Antonio de Labra
Por: Juan Antonio de Labra | Opinión
Jueves, 22 Jul 2021 | CDMX
"...Y si Morante es capaz de darle a esos toros una lidia como la..."
La temporada europea avanza por buen camino, no obstante que las grandes plazas aún no se animan a abrir con aforos inferiores al cincuenta por ciento. Sin embargo, la actividad que están teniendo otras de menor jerarquía, pero no menos importancia, está configurando el devenir de una campaña interesante.

Dentro de estos puntos de inflexión que ha tenido la temporada 2021, cabe destacar la mentalidad con la que algunas empresas, y distintas figuras del toreo, han ido afrontando la actualidad. Las enseñanzas derivadas de los hechos, así como los ajustes a los que se han tenido que adaptar, han demostrado que no era recomendable quedarse de brazos cruzados, atenazados por el inmovilismo.

Uno de los toreros que mejor han sabido lidiar las circunstancias, después de un largo año de inactividad y reflexión, ha sido Morante de la Puebla, que pretende marcar la diferencia con una serie de provocadoras decisiones.

Ya decía el torero de La Puebla el año anterior que no se iba a acabar el mundo al quedarnos un año sin toros. Aquella frase entrañaba un dejo de displicencia, pero, a toro pasado, parece que la acuñó consciente de su propia circunstancia, y de aquello que se estaba cocinando dentro de su cabeza.

Y fue precisamente en ese año del centenario de la muerte de Joselito El Gallo, cuando Morante se quedó quieto para pensar, beberse la vida del influyente mandón, y convertirlo en una especie de alter ego que está entregando sus almibarados frutos.

Porque no sólo era sentarse en los muebles del despacho de Gallito –que adquirió hace tiempo–, o mandarse hacer una montera como la suya. Fue también una mirada interior, dotada de un afán de recuperar parte de ese pasado glorioso en el que el torero de Gelves fue un visionario que edificó los cimientos de la Fiesta del futuro.

Paradójicamente, Morante mira hacia el pasado para desempolvar suertes antiguas; se viste con detalles de la moda taurina de la época; coge de vez en cuando los palos para sentirse más completo… y ahora hasta se mandó construir una jardinera que pronto lo transportará a las plazas de toros tirado por un par de briosos caballos, con ese sabor añejo de hace un siglo.

En medio de todo esto, lo más importante: apuntarse a matar miuras, prietos-de-la-cal o galaches, en una extraña –pero válida– declaración de intenciones que favorece al espectáculo.

Y si Morante es capaz de darle a esos toros una lidia como la que prodigaba el dominador Gallito, entonces aquello será un auténtico lujo como espectáculo, a pesar de que esa curiosa reinvención del pasado sea una extravagante regresión que, ciertamente, no refleja en absoluto la realidad de la Fiesta del presente.

De cualquier manera, se agradece la creatividad de Morante, emanada de su inescrutable personalidad, que es el verdadero resorte de una atractiva parafernalia a través de la que ha vuelto a ratificar su condición de genio.