Ricardo Rivera se entrega en "La Macarena" para cortar dos orejas a u toro de Santa Bárbara que terminó entregado ante su matador. Guerrita Chico disfruta de un manjar de bravura de Vistahermosa. Juanito Ortiz apuesta por la voluntad. Emocionante concurso de ganaderías colombianas.

Rivera emocionó a "La Macarena". Ofreció su cuerpo y su alma a cambio de una embestida que el toro más serio del concurso de ganaderías, el de Santa Bárbara, lidiado en quinto lugar, terminó por entregarle, como admitiendo que había una casta superior, precisamente la del torero caleño.

Rivera, o mejor, la bravura de Rivera, logró eclipsar a la casta que estaba en concurso, la de seis ganaderías colombianas que tienen esta vitrina torista cada año en Medellín. Rivera acaparó los reflectores de la tarde.

Y lo hizo con una fórmula conocida. Pero difícil de poner en práctica. La de entregar su alma. La de apostar y ofrecer sus muslos, su vientre a cambio de unas embestidas para poder comprobar la sensación que supone pasarse un toro de lidia cerca del cuerpo. No eran fáciles las embestidas, aunque tenían un fondo de nobleza que ilusionaban al torero.

La firmeza de las zapatillas, el cuerpo entregado, y la muleta con verdad fueron la clave para que el toro se entregara. Faena de hombre y de torero. Como lo fue la estocada en la que salió con la camisa manchada de sangre. Faena de dos orejas.

Guerrita Chico también cortó dos orejas, de diferente tenor. Las suyas las entregó con más facilidad "Garnioqueño", el primero de la tarde. Un auténtico manjar de bravura, dulzura y nobleza con la divisa de Vistahermosa. Un toro que entregó también su alma. El torero encontró semejantes condiciones para torearlo con templanza y ligazón. La estocada efectiva precipitó el asomo del doble pañuelo blanco.

Hubo otro toro bravo, "Tinterillo", tercero de la tarde. Era el toro que Ernesto Gutiérrez había apartado para el concurso. Un toro que embistió mucho, con cierta dificultad. Juanito Ortiz le plantó cara y buscó el sitio adecuado. No siempre lo encontró. Cuando lo hizo pudo someter, en muletazos sueltos. No fue fácil el diàlogo, del que el toro se fue con una vuelta al ruedo en el arrastre.

El de Achury Viejo, primero de Rivera, tuvo calidad, pero su casta fue insuficiente. El de El Paraíso se movió con violencia y sin entrega. Y el de Cerro Bermejo planteó también muchos interrogantes que Juanito Ortiz intentó resolver.