Al Toro México | Versión Imprimible
Historias: México en Madrid
Por: Francisco Coello | Foto: André Viard
Miércoles, 15 May 2019 | CDMX
"...Datos que se vinculan con el proceso de origen, desarrollo y..."
Escribo la presente nota desde Madrid. En efecto, me encuentro en la capital de España, donde el próximo 17 de mayo, dictaré una conferencia en la sala "Cossío", ubicada al interior de la plaza de toros de "Las Ventas", esto a partir de las 13:00 horas. El tema: "La presencia del toro bravo en América. México, como caso particular", es en sí mismo, un reto debido al numeroso conjunto de información que la historia del toreo en nuestro país tiene al respecto.

La propuesta temática, parte después de una decisión en la que mucho tiene que ver la presencia de Juan de Dios Barbabosa Kubli, quien es presidente de la fundación que lleva su nombre, y de la cual me presentaré como director de la misma. El licenciado Barbabosa tendrá una importante intervención en el evento, pues es, además, un espléndido orador.

Uno de los principios que plantea dicho organismo es "difundir y exaltar la cultura taurina de México", por lo que considero que esta será una buena oportunidad, para que tal circunstancia sea conocida y extendida también en la España taurina, que por estos días vive uno de los momentos más intensos, en medio del desarrollo de la Feria de San Isidro.

En la misma ocasión, y contando con el acierto y los buenos oficios del señor Juan Pablo Corona Rivera, presidente de Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana, será posible que él mismo se encargue de presentar el libro Historia de la cirugía taurina en México. De los siglos virreinales a nuestros días, mismo que elaboré conjuntamente con mi buen amigo el médico cirujano ortopedista Raúl Aragón López. Me acompañará en la "disección" el historiador aguascalentense Adrián Sánchez, quien hará una reseña de la misma obra.

Será, a lo que se ve, una jornada cultural sin precedentes, pues si bien, ya se han realizado actividades similares anteriormente, en esta ocasión se da la doble posibilidad de afirmar y trascender una poderosa presencia de la tauromaquia en México, patrimonio que en pocos años, alcanzará los 500 de convivir entre nosotros.

Puedo adelantar que en dicha plática, compartiré datos que se vinculan con el proceso de origen, desarrollo y consolidación de un aspecto que va de la mano con la historia de México misma, ya que considera la afirmación de circunstancias donde la crianza del toro encontró espacios para articular diversas unidades de producción agrícola y ganadera, a lo largo de los siglos virreinales, así como del XIX y XX, hasta llegar a nuestros días.

Será una buena oportunidad para apuntar el hecho de que antes de la ya conocida noticia que conocemos, y proporcionada por Hernán Cortés, en la cual refiere que el 24 de junio de 1526 "se corrieron ciertos toros". Y es que en ese "antes", sucedieron varios capítulos donde también se desarrollaron fiestas (una en La Española, en agosto de 1511 y la otra en la isla de Cuba, el día de Corpus de 1514), así como por el hecho de que el propio Capitán General, se estableciera, desde 1524 en el valle de Toluca. Para el 16 de septiembre de 1526, en carta enviada a su padre, don Martín Cortés, este quedó enterado de que en dicho sitio –es decir Matlazingo–, "(es) donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos…".

También mostraré las diversas formas en que el toro, al paso de casi cinco siglos, ha sido representado, sobre todo de manera plástica como relieves, códices y otros soportes documentales, biombos, en la caricatura, los carteles, relaciones de sucesos, cromolitografías…

No puedo dejar de mencionar el enorme peso que representaron en su momento las "Relaciones de Sucesos", verdaderas crónicas o reseñas, en verso o prosa, que circularon entre 1582 y hasta 1819, aproximadamente. En investigaciones recientes, he podido ubicar unas 500 referencias, recuperadas una buena mayoría en portadas o contenidos facsimilares que permitirán, luego de su exhaustiva revisión, un nuevo acercamiento interpretativo sobre el desarrollo –en caso muy especial–, de las fiestas taurinas en diversas partes del territorio virreinal, así como en los primeros años en que México aparecía ante el mundo como un nuevo estado-nación.

A dichas propuestas, se agregan otras tantas escenificaciones del toreo rural, o el quehacer entre otros hacedores, como José Guadalupe Posada para luego compartir un rico despliegue de imágenes en las que se podrá apreciar la presencia del toro en el campo. No faltarán algunos cuadros en donde quedará de manifiesto, por ejemplo el caso de un acontecimiento ocurrido durante los primeros años del virreinato. 

Me refiero al que se consideró en su momento como "el siglo de la depresión", así calificado por el demógrafo norteamericano Woodrow W. Borah (poco después de la segunda mitad del siglo XVI y hasta poco antes de la primera del XVII); síntoma en el que, debido a las diversas epidemias que asolaron estas tierras, hubo un notorio decremento de presencia humana, ante el desmesurado incremento de cabezas de ganado.

En ese sentido, y esta será otra de las aportaciones en la presente plática, será necesario matizar dicha afirmación, cuando Enrique Florescano y Margarita Menegus expresaban que

"Las nuevas investigaciones nos llevan a recordar la tesis de Woodrow Borah, quien calificó al siglo XVII como el de la gran depresión, aun cuando ahora advertimos que ese siglo se acorta considerablemente. Por otra parte, también se acepta hoy que tal depresión económica se resintió con mayor fuerza en la metrópoli, mientras que en la Nueva España se consolidó la economía interna. La hacienda rural surgió entonces y se afirmó en diversas partes del territorio. Lo mismo ocurrió con otros sectores de la economía abocados a satisfacer la demanda de insumos para la minería y el abastecimiento de las ciudades y villas. Esto quiere decir que el desarrollo de la economía interna en el siglo XVII sirvió de antesala al crecimiento del XVIII". 

El estudio de Borah publicado por primera vez en México en 1975, ha perdido vigencia, entre otras cosas, por la necesidad de dar una mejor visión de aquella "integración", como lo apuntan Andrés Lira y Luis Muro, de la siguiente manera:

"Hacia 1576 se inició la gran epidemia, que se propagó con fuerza hasta 1579, y quizá hasta 1581. Se dice que produjo una mortandad de más de dos millones de indios. La fuerza de trabajo para minas y empresas de españoles escaseó entonces, y las autoridades se vieron obligadas a tomar medidas para racionar la mano de obra y evitar el abuso brutal de los indígenas sobrevivientes.

Por otra parte, la población mestiza había aumentado a tal grado que iba imponiendo un trato político y social que no se había previsto. Mestizos, mulatos, negros libres y esclavos huidos, al lado de criollos y españoles sin lugar fijo en la sociedad concebida como una organización de pueblos de indios y ciudades y lugares de españoles, alteraron el orden ideado por las autoridades españolas, en cuyo pensamiento sólo cabía una sociedad compuesta por “dos repúblicas, la de indios y la de españoles". 

Otros registros a compartir, serán los de una relación de haciendas ganaderas que dotaron de toros a diversas fiestas durante los siglos XVIII y XIX, así como un cuadro que elaboró en su momento el recién desaparecido Heriberto Lanfranchi, el cual es una mirada puntual sobre qué pasó en ese andar de varios siglos, con otras tantas haciendas ganaderas y los muchos comportamientos, como el ocurrido con Guanamé en el curso de 1808. 

Sucede que en ese año, su propietario el Conde de Pérez Gálvez, recibió 10 toros españoles procedentes del entonces Duque de Osuna y Veragua, destinados a las corridas organizadas en la capital del virreinato, para celebrar la jura del Rey Fernando VII. Lamentablemente, sucedió que los dichos toros llegaron tres meses después de los festejos y ya no fueron lidiados, dejándolos en los potreros que circundaba en aquella época la ciudad de México.

Más tarde, esa decena fue ubicada en la hacienda de Chichimequillas (en el actual estado de Querétaro), para luego trasladarlos a otra propiedad del Conde: esto en la parte norte del estado de San Luis Potosí, donde poseía gran cantidad de ganado vacuno. Es una pena enterarse que los veragüeños fueron dejados a su suerte. Pero aún así, se entiende que en dichas circunstancias, nacía la casta brava que más tarde fue seleccionada y separada del resto del ganado, con lo que ya más estables las condiciones, pudieron establecerse en la ya indicada hacienda de Guanamé.

Aspecto a destacar, también será el de apuntar el momento en que sucede el inicio de la profesionalización de la crianza del toro bravo en México, esto a partir de 1887. Por años, el tipo de ganado que se corría o lidiaba en las plazas, es porque era criollo, con apenas evidencia de un elemental principio de crianza, lo cual tenía más de intuitivo que otra cosa. 

Seguramente los hacendados –que después se volvieron ganaderos–, pero más aún sus administradores, caballerangos y vaqueros, que convivían permanentemente con el ganado, procuraron poner en práctica diversos métodos para proveer al ganado vacuno, y en particular a los toros y vacas de esta raza, de un sentido que estuviese orientado para ser utilizado en la lidia.

Esa domesticación, por tanto, era especial. Y es a lo largo de muchas evidencias que provienen de la literatura, o de las notas periodísticas cómo una u otra hacienda ganadera, buscaban características particulares que se traducían en la evidencia de esa bravura congénita, o de una mansedumbre desastrosa.

Llegado 1887, como ya apuntaba, ese año marca el parteaguas en la modernización y profesionalización de la ganadería. Arribaron a nuestro país un conjunto muy variado de toros y vacas de procedencia española, el cual fue adquirido por distintos hacendados con fines concretos de cruzamiento entre aquellas castas y el ganado criollo que aquí predominaba. Los resultados fueron de distinta índole, pero inconsistentes en su mayoría.

La intervención de distintos ganaderos ubicados en diversas casa fundacionales: los González de Tlaxcala, los Barbabosa en el valle de Toluca, o años más tarde, los Madrazo en Jalisco, fue definitiva en dichos quehaceres en un ya bien definido arranque de siglo XX. También fue notoria la aparición en escena de Antonio Llaguno González, criador zacatecano que corrió con la suerte de adquirir una punta de toros y vacas del Marqués del Saltillo mismos que llevó hasta los potreros de San Mateo, obteniendo resultados de excelente nota, imponiéndose una notable presencia de ganado criollo, contrapeso y fiel de la balanza en lo que se produjo poco antes (es decir 1909) de que se desatara el conflicto revolucionario de 1910.

Después vino la Revolución, el bien o mal habido reparto agrario, la fiebre aftosa (1946), y el que más tarde, cerca del final del siglo pasado, fue el inicio de un interesante capítulo, el mismo que por insaculación e inseminación artificial, vino a dar firmeza de cruzas con simiente española, el cual y hasta nuestros días, viene siendo toda una realidad.

Otros escritos del autor, pueden encontrarse en: https://ahtm.wordpress.com/.