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La afición taurina de Camarón de la Isla

Viernes, 27 Nov 2020    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Infografía: LM   
A sus pocos años ya le daba pases al toro de la imaginación
En el flamenco como arte de primera magnitud, hay nombres igualmente repujados con letras de oro como el de José Monge Cruz, quien a finales de los años 50 ayudaba a su padre en el oficio de la herrería, un chiquillo que ya cantaba sus primeros lamentos a bordo de los trenes y que a sus pocos años ya le daba pases al toro de la imaginación.

Este niño quería ser torero y nadamás que torero, razón por la que en 1964 hizo fila con otros soñadores como Sebastián Palomo Linares, Antonio Gades y Francisco Umbral, en la famosa "Oportunidad de Vista Alegre", donde Monge tuvo algo más que poca fortuna, pues el flamenco ya le esperaba con los brazos abiertos.

Camarón de la Isla labró un camino desde la ortodoxia más pura a la experimentación audaz que hizo del cante una expresión universal, éste que desde muy joven conoció al torero Curro Romero en la famosa "Venta de Vargas", mítico escenario gaditano donde el flamenco descubría sus matices y exploraba sus recovecos.

Mutua admiración y sobrado respecto en charlas que discurren entre la gitanería, la música y los toros, homenaje que se concretó mediante las bulerías taurinas "Arte y Majestad", título a la obra completa de 1975 en colaboración con Paco de Lucía, una dupla de genialidad donde se instalan la colocación de la voz y el juego de tonalidades de forma definitiva.

Ese mismo año queda constancia que hizo el paseíllo en la plaza de Alcántara al lado de Miguel Mateo "Miguelín", Curro Romero que causó baja de última hora por un resfriado, los hermanos José Antonio y Alfonso Galán, así como Juan Jiménez, tarde en la que pegó un pase de auténtico arte a un novillo de hechuras considerables, según afirman varios testigos presenciales.

Continuaron sus innumerables visitas al campo bravo, las cuales finalmente derrotaron sus ansias de novillero con la pieza "Me dieron una ocasión", del álbum "Soy Caminante", el toreo como posibilidad de aventura que le permitió concretar amistades entrañables con toreros como Rafael de Paula y José María Manzanares, padre.

Allá quedan los tientos cantados con verdadera maestría en la pieza titulada: "Que un toro bravo en su muerte" o su canto desgarrado en la plaza de Badajoz durante un festival para su amigo Curro Romero, con Camarón de la Isla, los toros como inspiración y el flamenco como innovadora ruptura al grado de arte universal.


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