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Castella y la otra puerta

Domingo, 02 Feb 2020    Bogotá, Colombia    Juan Antonio de Labra | Foto: Óskar           
Desplegó su variado concepto ante el segundo toro de su lote
La de la sustitución. Por esa puerta entró Sebastián Castella a esta corrida en la apertura de la temporada de la plaza Santamaría de Bogotá. Y estuvo a punto de salir por la otra. La Grande. En eso se resume el emotivo reencuentro del torero francés con esta afición, la de la capital colombiana, que le reconoce y le quiere.

Y por eso él se entregó, sabedor de que no podía desaprovechar esta corrida, en un marco precioso, y a las pocas semanas de comparecer por segunda ocasión en la tarde para la que había sido contratado, lo que sucederá en la última fecha, el domingo 1 de marzo.

Desde que hizo el paseíllo se notó que venía contento y entusiasmado, y que este imprevisto viaje desde Sevilla, ahí donde también vive Roca Rey cuando está en Europa, le iba a granjear una gran alegría, la de convertir el toreo en caricia delante del quinto toro, que era un zapatito.

Se llamó "Adinerado", un ejemplar que, por sus agradables hechuras, recordaba a los toros de Pastejé de los cuarentas, tiempos en que "Tumbanguito" regó su sangre en la famosa divisa mexiquense y procreó al célebre "Tanguito", aquel noble ejemplar que inmortalizó Silverio Pérez en El Toreo de la Condesa el 31 de enero de 1943.

Castella comprendió que debía cuidarlo, y tras un suave recibo de capote solicitó a sus banderilleros estar bien colocados, atentos, lo que parece que Jairo Benavides no hizo del todo. Y tras un extraño cruce de palabras, miradas y ademanes, Castella se fue a buscarlo al momento en que los clarines tocaron a muerte. "Te brindo este toro…", le diría en la frase de dedicatoria, esa que se intuye, o se adivina. ¿Sería un regaño, una disculpa, o algo parecido?

Y después de eso, hizo una faena diferente, dotada de una atractiva expresión en la que primero toreó con ambas rodillas en redondo, en un infrecuente inicio de faena dentro de su tauromaquia, y más tarde trazó naturales con una suavidad pasmosa, aprovechando la bondad del toro, que embestía lentamente, al pasito, mientras Sebastián se recreaba con mimo para no derribarlo.

Además de eso, lo hizo poniendo el alma en cada muletazo, y la gente así lo entendió, lo sintió, y se le entregó a rabiar, agradecida de que también en el primero, al que hizo un trasteo centrado y con estructura, le había tumbado una oreja, la primera que le dejaba entreabierta la Puerta Grande, la de este asolerado coso de hermosa arquitectura.

Y luego de los naturales tersos y cadenciosos, los cambios de mano, las dosantinas, y los desdenes, un luminoso afarolado asomó sin que nadie lo esperara, en una clara muestra de que Castella pretende renovarse.

Hasta intentó matar en los medios, y luego del primer pinchazo, dio unas cuantas pinceladas por abajo, toreando por trincherillas, como si estuviera soñando el toreo, hasta que volvió a perfilarse otra vez para echar por tierra el bello conjunto de su obra.

Intentó matar recibiendo, que tampoco es común en el final de sus faenas, y aunque no era por ahí la cosa, la gente agradeció el detalle, tanto así que al cabo de un rato lo llamaron a dar una aclamada vuelta al ruedo, gratificante premio a un día especial. Especial porque este escenario, la Santamaría de Bogotá, es un recinto que debe convertirse en un símbolo de respeto y libertad, elegante bofetada para los políticos oportunistas y desnortados, que atacan a la Fiesta desde la perversidad del discurso animalista.

Morante dejó un ramillete de verónicas señeras y lentas, y un par de delantales soberbios de un breve quite. Y fue una lástima que el toro de Ernesto Gutiérrez desarrollara sentido, comenzara a cortar el viaje y estropeara el resto de la lidia que acabó mal con la espada, y una pitada de las que le prodigan aquellos que no comprenden el tesoro que guarda este torero.

El cuarto se lastimó una mano en los primeros compases de la faena, y la esperanza se vino abajo. Morante pasó de puntillas por Bogotá y mañana vuela a México. Ojalá que los toros de Jaral de Peñas le permitan deleitar a la afición que acudirá a la clásica cita del 5 de febrero.

Si Morante pasó por Bogotá diciendo poco, mucho menos hizo el torero colombiano Luis Miguel Castrillón, un tanto flemático y displicente, y no con la actitud y la raza que debe mostrar un joven que pretende comer del toro. Es verdad que su lote tampoco tuvo demasiadas posibilidades, y si acaso el tercero prometía algo, pero también es cierto que hay que enfibrarse con enjundia para sobresalir. Y más si se está en casa, con el apoyo de su gente.

El ambiente que se vivió hoy en Bogotá fue para recordarse, con un público exigente que aplaudió lo bueno, criticó lo que no le agradó, y se entregó sin reserva, del mismo modo que Sebastián Castella lo había hecho con los dos toros que hoy le tocaron en suerte. Bien por él, y por la empresa, que tomó esta acertada decisión de llamarlo para sustituir a Roca Rey.

Ficha
Bogotá, Colombia.- Plaza Santamaría. Primera corrida de la temporada. Tres cuartos de entrada, en tarde agradable. Toros de Ernesto Gutiérrez, desiguales en presentación y poco juego en su conjunto, salvo el 5o., que tuvo calidad. Pesos: 539, 528, 459, 514, 524 y 469 kilos. Morante de la Puebla (azul rey y oro): Pitos tras dos avisos y pitos tras aviso. Sebastián Castella (azul Soraya y oro), que sustituía a Andrés Roca Rey: Oreja y vuelta. Luis Miguel Castrillón (grana y oro): Silencio tras aviso y silencio. Incidencias: Al finalizar el paseíllo se tributó un minuto de silencio a la memoria de los taurinos fallecidos en 2019. Destacó en banderillas Héctor Devia, que saludó en el 3o.

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