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José Mauricio: Entre el arte y el drama

Domingo, 15 Dic 2019    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Hidalgo           
En una tarde consagratoria y emotiva para el torero capitalino
La tarde de hoy ha sido una de las más emocionantes de los últimos años, y la poca gente que acudió a los toros salió convencida de que el toreo es un ejercicio del espíritu, tocado también de la épica, esa que hoy encarnó a la perfección en la figura torera de José Mauricio.

Porque la corrida fue un vaivén de emociones que tocaron lo sublime, como en el toreo de capote del capitalino, y también el drama que se vivió en distintos tramos de un festejo en el que los toros aportaron una importante cuota de emoción.

Si bien es cierto que del encierro de Barralva sólo embistió realmente bien el tercero, un toro de mucha clase al que José Mauricio cuajó a placer (menos con la espada), el quinto también tenía un buen fondo de bravura, misma que aprovechó Fermín Rivera para cortar una meritoria oreja.

Mientras los dos toreros mexicanos del cartel tuvieron un toro para mostrarse, El Fandi pechó con dos ejemplares que desarrollaron sentido y no le dejaron sino enseñar su bien aprendido oficio, sus grandes facultades con las banderillas, y una cabeza despejada para solventar una papeleta complicada.

Y fue una pena que el torero granadino no contara con la colaboración de su lote, sobre todo a estas alturas de su carrera, en que venía embalado de una entonada temporada europea y con deseos de agradar.

La suerte le envió a José Mauricio el toro ideal para su concepto del toreo. Se llamó "Claveillino", y fue un dechado de calidad desde que apreció por la puerta de toriles. Desde el saludo con el capote, y unas sedosas verónicas, y más tarde en el brillante quite por chicuelinas, el torero capitalino dejó entrever que venía a disfrutar, a continuar con la buena racha de triunfos en cosos de provincia y, sobre todo, a gozar cada instante de su magnífica actuación.

Así que toreó para él y, por ende, para el público, que paladeó el arte de una faena natural, exquisita, de esas en las que se combina el relajamiento de planta con la solera y el empaque, elementos difíciles de conjuntar en un solo torero.

En los naturales, en los redondos, en los largos y señeros pases de pecho… en cada uno de los detalles, hasta los adornos, como ese muletazo de trinchera que tuvo pellizco.

Ese tipo de faena suele causar un impacto muy grande en la afición capitalina porque nace del sentimiento. Y así fue como José Mauricio se abandonó en "caricias", que lo fueron, literalmente, para no derribar al de Barralva, que no tenía fuerza, pero sí una enorme calidad.

Los tiempos, las pausas, la cadencia… en suma, la estructura del trasteo, fue de una pasmosa sincronía artística que dejó honda huella. Y al margen de haber malogrado esta obra de arte con la espada, ahí quedó el aroma de una faena de esas que nutren el alma de los toreros y del público; una faena que reivindica la condición del aficionado que comprende el toreo como una expresión artística de alto nivel.

A diferencia de ese "Clavellino", en sexto lugar debió enfrentar un toro basto de hechuras, colorado de capa, que vendió cara cada una de sus embestidas. Y desde que le echó mano a Sergio González en banderillas, sacó genio, y tuvo un peligro de esos que hacen sudar la ropa a los toreros.

Pero José Mauricio ya había rozado el cielo don los dedos, así que seguramente no le importó jugarse la vida alegremente delante de ese ejemplar que cerraba plaza, al que toreó muy bien por la cara y de pitón a pitón, algo pocas veces visto en la actualidad. Y ni siquiera esa tremenda paliza que casi lo manda "al hule" impidió que el torero se entregara a rabiar, hasta en la estocada. De esa manera le tumbó las orejas, un digno premio que representa el triunfo de la razón sobre la injusticia; del esfuerzo y la constancia contra la desesperanza. 

La mejor noticia fue escuchar por la megafonía de la plaza, en voz del juez, que el próximo domingo José Mauricio se ganó a ley su repetición en la corrida de triunfadores mexicanos, al lado del propio Fermín Rivera, y Juan Pablo Sánchez, con toros de Montecristo, recompensa a una tarde cuyo tramo final rayó en la heroicidad.

Y si para José Mauricio el final fue esa salida a hombros con la gente enloquecida, para Fermín la tarde de hoy fue un tanque de oxígeno. El potosino volvió a demostrar el clasicismo de su toreo, la precisión de su colocación, el sello de una expresión que lucha por ser cada día más libre y que contagie entusiasmo entre el público.

Si al primer toro lo pasó de muleta con arrestos, pues no era fácil obligarlo a embestir, al quinto se lo zumbó hasta hacer otra faena igualmente equilibrada, recia y madura, que sí coronó de una estocada fulminante para arrancarle una valiosa oreja.

En ese tenor estuvieron hoy dos toreros mexicanos con madurez, personalidad y sello, que buscan abrirse un hueco en un medio sumamente cerrado y previsible. Hoy abrieron esa pequeña puerta por la que puedan llegar cosas importantes para ambos. Deben aprovechar el momento.

La corrida de Barralva pecó de ser sumamente desigual, pero aportó emoción y despertó interés, y eso tiene un valor relevante en una época en que el toro ha dejado de ser, en la mayoría de los festejos, ese ente catalizador de las emociones verdaderas.

Y aunque los toreros –o las figuras, mejor dicho– suelan quejarse y eludir toros con la conducta de varios de los que hoy se lidiaron en La México, para el espectador ocasional, y el aficionado irredento, son toros que proyectan una emoción diferente que representa un plus para una Fiesta que debe de tener cabida a lo largo de una temporada de esta envergadura, como la de la Plaza México.

Cabe añadir que varios picadores estuvieron muy bien, picando con arrojo y eficacia. Entre ellos destacaron Alfredo Ruiz, Eduardo Noyola y Erick Morales. Así que también en este rubro hubo torería, y eso contribuye a elevar el éxito de conjunto del espectáculo.

En la variedad está el éxito cuando el equilibrio entre valor y transmisión –hoy fue de la buena en el caso de "Clavellino" y de la peligrosa, en "Malagueñito"– hacen que la gente salga de la plaza con un sentimiento de emoción, el que siempre obliga a volver a la plaza.

Ficha
Ciudad de México.- Plaza México. Octava corrida de la Temporada Grande. Menos de un cuarto de entrada (unas 7 mil personas) en tarde agradable. Toros de Barralva, de encaste Atanasio Fernández, bien presentados, en tipo, muy desiguales en juego, de los que sólo sobresalió el 3o. por su gran clase. Pesos: 507, 471, 520, 504, 502 y 468 kilos. David Fandila "El Fandi" (grana y oro): Silencio tras aviso y silencio. Fermín Rivera (carmesí y oro): Ovación y oreja. José Mauricio (azul celeste antiguo y oro): Vuelta tras dos avisos y dos orejas. Incidencias: Destacaron en varas Alfredo Ruiz, en el 3o. con arrojo, Eduardo Noyola, en el 5o., y Erick Morales, en el 6o. El banderillero Felipe Kingston se despidió de los ruedos tras 45 años de profesional. El 4o. saltó al callejón y provocó un fuerte golpe a Paco Cabañas en el pecho. Fue atendido en la enfermería de la plaza y minutos más tarde enviado al Hospital Ángeles para ser revisado con detenimiento.  En el 6o. José Mauricio sufrió una fuerte paliza y pasó a la enfermería de la que salió instantes después para recibir las dos orejas. Y Sergio González también se fue a la enfermería al ser empitonado en el 6o., y fue conducido a la enfermería para ser atendido.

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