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Regalan a Ignacio Garibay original óleo

Jueves, 16 May 2019    CDMX    Martín Banda | Foto: JAL   
Se trata de una obra del pintor acapulqueño Carlos Morales Conejo
La tierna figura del padre amoroso abrazando a sus hijos Ignacio y Manolo, enmarcada en un cuadro en una de las paredes principales de su residencia en Querétaro, evocará para el ahora matador de toros en retiro, Ignacio Garibay, una de sus tardes más importantes en su vida como torero.

Se trata de su despedida en la plaza de toros México, efectuada el 18 de noviembre de 2018, cuando le cortó oreja a cada uno de sus toros de la ganadería de La Estancia y salió a hombros por última vez por la Puerta Grande del coso capitalino.

Sus hijos fueron parte de aquel momento que registró la historia gráfica y de la fotografía pasó a la clásica pintura taurina, en una obra que corrió a cargo del pintor acapulqueño Carlos Morales Conejo.

Fue en su corrida final, la de su despedida el pasado 5 de mayo en la Monumental de Aguascalientes, donde sus pequeños hijos bajaron al ruedo y le entregaron a manera de sorpresa, esa bella imagen que lo encierra todo de manera simbólica: el adiós a su profesión de más de 20 años, para entregarse de ahora en adelante de lleno a su familia.

Morales Conejo, egresado por la Universidad de Monterrey en 1980 y quien además de la práctica profesional en el diseño arquitectónico y la construcción, se ha desempeñado como diseñador gráfico, docente, articulista, pintor y escritor, relata que fue su esposa Silvia la que tuvo el primer contacto con la esposa del torero, Claudia Quijas, en el punto de venta que poseen en el Andador del Arte en Querétaro.

"La señora Claudia visitó nuestro punto de venta en el Andador de los Artistas y ahí se le ocurrió la idea de hacer un retrato pensando en la despedida en Aguascalientes y como una sorpresa para el matador. Después que nos llevó la fotografía, tuvimos tiempo suficiente para poder elaborar la obra", dijo el artista.

Así de sencillo, de la fotografía al dibujo y del dibujo a la pintura es como se recreó este momento en la técnica de acrílico sobre lienzo, en tan sólo 80 x 60 centímetros.

"Me sentí honrado porque es una parte muy emotiva de un ciclo. Esa etapa que se culmina la señora Claudia la imaginó muy estructurada, muy emocionante y sobre todo que fuera una sorpresa para el matador, entregada por sus hijos en su última corrida", dijo el Morales Conejo, quien ha obtenido destacados premios estatales y nacionales, tanto en la pintura, como en la literatura.

Admirador del toreo de José Tomás, de quien dice que "con un grado menos de tremendismo sería perfecto" y de Enrique Ponce, al que admira por "la forma de entender al animal", reconoce al final que también siente predilección por Morante de la Puebla, un artista de los ruedos "que a ratos tiene pinceladas que uno se imagina como un cuadro fantástico".

"Me gustan mucho también algunas pinceladas de Roca Rey, pero no me gusta ese tremendismo de encimársele a los toros", dijo.

Amigo de Antonio Lomelín, por haber sido compañero de su hermano Enrique en la escuela, Morales Conejo señala que la pintura taurina es una llave que abre muchas puertas.

Algún fin de semana espera coincidir con Nacho Garibay en el Andador Libertad que desemboca en la Plaza de Armas, en el corazón de Querétaro, donde Claudia Quijas, la esposa del torero, se imaginó el memorable encuentro con sus hijos en el ruedo hidrocálido hace un par de domingos, y refrendarle así su admiración "de artista a artista".


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