Banners
Banners
altoromexico.com

El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 09 May 2019    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
...Se fueron los tres, así, tan rápido, como un suspiro que lleva...
Fue de un solo golpe. Así, nada más: se fueron los tres al hilo, como los tercios de la lidia… El fin de semana pasado murieron Manuel Arellano, José de Jesús y Mario Torres "Mayito". ¿Y qué nos dejan? Aquello que saben dejar los hombres buenos: su recuerdo indeleble, su alegría, sus vivencias, ya que cada voz que se apaga representa el final de una historia única e irrepetible.

A don Manuel lo traté muy poco, por desgracia. Pero en esos fugaces encuentros que tuvimos en Aguascalientes, comprendí la grandeza de su sencillez, la de un ser humano que convivió con el toro bravo desde un aspecto sumamente diferente.

Y fueron esos miles y miles de kilómetros detrás del volante de los distintos camiones con los que transportó ganado de lidia, como estuvo acompañado de ese misterioso y bello animal del que aprendió tantas cosas arrullado por el rítmico ronronear de un cansado motor.

En las frías madrugadas, en los hirvientes desiertos, en las noches de luna llena, ahí donde había una terracería o una carretera, don Manuel estaba siempre alerta. Sobre él recaía la responsabilidad de entregar sus toros a tiempo en las plazas de México; o de transportar vacas de vientre y sementales para formar nuevas ganaderías, o becerras de desecho y vacas viejas al rastro, en cuyos corrales los torerillos daban rienda suelta a su sueños de grandeza.

Así fue como trazó una vida entera dedicada a embarcar, transportar y desembarcar ilusiones, pues de eso está hecha la esencia del toro bravo.

Pocas horas después de conocer esta noticia, otra grave sorpresa me estremeció: la muerte de un torero llamado José de Jesús, que a través de su padre, Jesús Sánchez "El Azteca", había experimentado una loca pasión vestida de luces.

Y si no llegó a la cúspide del toreo, como tampoco lo han conseguido otros muchos, Jesús aprendió de esa escuela de vida por la que había transitado hasta convertirse en un exitoso empresario, reconocido y respetado.

De su risa franca y contagiosa, o de su desmedida generosidad, también hablarán aquellos a los que ayudó sin esperar nada a cambio. Porque así se les entregó, con la sabiduría del que antepone un beneficio personal a la maravillosa gracia de ser amigo.

En esa imaginaria tertulia de tres personajes que gravitaron alrededor del planeta de tauro, también encaja Mayito con su eterno sufrir a cuestas, y ese acento tan chilango que pintaba de ironía su mordaz opinión.

Sensible e inteligente, no quiso pasarse a la fotografía digital, como si de ese hecho rebelde estuviera constituido un espíritu libre que vivió rodeado del olor a negativo tratado con plata, la misma de su refulgente agudeza. Y bajo su atenta mirada brillaba la Fiesta de otra época, la de esos taurinos rancios y astutos, hechos de otra pasta.

Se fueron los tres, así, tan rápido, como un suspiro que lleva el viento en una tarde de canícula que se duerme esperando a que llegue la lluvia de la primavera.


Comparte la noticia


Banners