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Drama, valor y... ¡sentimiento!

Domingo, 05 May 2019    AGS, Ags.    Juan Antonio de Labra | Enviado           
Tras cuajar una faena variada a un ejemplar de regalo
La fiesta de los toros es un mosaico de emociones y, a veces, en el lapso de una corrida, el público tiene la oportunidad de experimentar diversas sensaciones, que casi siempre emanan de la conducta del toro que está en la arena, y de la actitud del torero que se pone delante.

Y en esta ocasión, el enfado del público iba en aumento cuando Ignacio Garibay y Sebastián Castella poco pudieron hacer con los dos primeros toros de la corrida de Barralva, que aportó una gran cuota de emoción, independientemente del juego de varios de los ejemplares, que vendieron cara cada una de sus embestidas, tanto los de encaste Atanasio como otros de encaste Llaguno, que también los hubo.

En dicho sentido, fue el tercero, de nombre "Goyito", el que provocó la euforia del público cuando saltó a la arena y comenzó a embestir con fiereza ante un torero que venía dispuesto a todo: Sergio Flores. La forma de bregarlo para llevarlo al caballo fue de un poder como pocas se ve en los ruedos, y de inmediato se advirtió que el toro iba a llegar con mucho ímpetu a la muleta, sin fondo de nobleza alguno, pero, eso sí, con un temperamento que puso los pelos de punta y mantuvo a la gente al filo del asiento.

Y Sergio le plantó cara con una férrea vocación, sabedor de que si no estaba firme con "Goyito", éste podía echarle mano en cualquier momento. Así que la faena discurrió con momentos de intensidad en los que se vio obligado a someterlo en muletazos largos, templados, mandones, porque el toro embestía como una locomotora. Si a eso añadimos el viento que había estado soplando durante la tarde, la emoción creció a una altura insospechada, porque la gente mascaba el peligro que campeaba por el redondel.

A la hora de perfilarse para entrar a matar, luego de una faena tan intensa, el tlaxcalteca se echó encima y el toro lo cogió de forma espectacular y dramática, lanzándolo por los aires, pasándoselo de un pitón a otro, y rematándolo con otro fuerte golpe cuando yacía tirado a merced del ejemplar de Barralva.

Las asistencias se llevaron a Sergio desmadejado hacia la puerta de cuadrillas, y el ambiente se quedó preñado de incertidumbre hasta que el torero regresó al ruedo, despojado de la chaquetilla, con la intención de ver morir a "Goyito" en medio de la algarabía general de la gente, que no daba crédito a lo que estaba viendo.

Una vez que le concedieron la oreja tras esa estocada tendenciosa, dio la vuelta al ruedo con gesto de orgullo, y luego de enfrentar ese vendaval de temperamento, que fue la insignia de una faena de torero macho.

El toro de la despedida de Ignacio Garibay tampoco fue fácil, pues embestía topando y con la cara alta, además de que sabía muy bien lo que dejaba atrás. Y aunque se escucharon “Las Golondrinas” cuando Nacho lo pasaba de muleta sin afán, aquello no tenía ningún sabor, ni representaba un digno final a la carrera honrada del torero capitalino.

Después de pensarlo un buen rato, Garibay anuncio el regalo de un sobrero y la gente se quedó con ganas de verlo triunfar, y en medio de ese ambiente de esperanza, Sebastián Castella hizo una meritoria faena al quinto, al que toreó con mucha inteligencia y la madurez que atesora.

Porque el de Barralva hizo pensar al francés, que tuvo la oportunidad de echar mano de recursos y claridad de ideas en un trasteo muy interesante, lo que representó, en cierta medida, un buen entrenamiento antes de su cita en Sevilla con los toros de Miura.

Rubricó su faena con una estocada entera, un tanto desprendida y trasera, pero le pidieron con fuerza la oreja, que al final fueron dos, lo que no agradó a un sector de la gente, que le pitó la concesión de ese segundo trofeo cuando el alguacilillo se lo entregó. Pero eso fue lo de menos, pues la valía de la faena había quedado de manifiesto.

El sexto fue definido en malo desde que apareció por los toriles, y anduvo barbeando las tablas hasta que rompió una parte de las mismas a un costado de uno de los burladeros, con lo que la gente pudo constatar la fuerza bruta de un ejemplar que no le dio opción alguna a Sergio Flores para redondear una tarde de tanto pundonor, y se limitó a abreviar.

El público permaneció en sus localidades para presenciar el toro de regalo de Garibay, que era de Montecristo, con unas hechuras similares al famoso "Trojano" que inmortalizó El Juli en la Plaza México, y ese toro no podía fallar, pues era un auténtico muñeco.

Nacho se abandonó toreando a la verónica con cadencia y suavidad, y luego le hizo un quitazo combinado de chicuelinas y tafalleras, al final de las cuales fue cogido aparatosamente, por fortuna sin consecuencias.

Después siguió un inicio de faena de rodillas, en los medios, donde se lio a torear 
en redondo, con la gente vuelta loca de emoción. Y ahora sí, en vez de escucharse las tristes notas de "Las Golondrinas", estalló la "Pelea de Gallos" con toda su carga emotiva a cuestas, mientras Garibay se sublimaba para sí mismo en redondos de lánguido trazo, con ese sentimiento impregnado de nostalgia.

Allá en un palco, su mujer y sus hijos lloraban atenazados por sentimientos encontrados, y el público jaleaba uno y otro muletazo con una entrega de aquella que deje el alma llena. La estocada final de Nacho, que hizo rodar al toro sin puntilla, fue el mejor colofón a una obra que tuvo su epílogo cuando su padre y sus hijos, le desprendieron el añadido en los medios del redondel.

Y así concluyó la tarde, con gritos de "¡Torero, torero!" para Ignacio, y el éxtasis colectivo desbordado, minutos antes de que fuera izado a hombros para marcharse por la Puerta Grande en compañía de Castella, en un maravilloso final de corrida que rememora aquellas inolvidables despedidas de otra época.

Ficha
Aguascalientes, Ags.- Plaza Monumental. Décima corrida de feria. Dos tercios de entrada, en tarde soleada, con intermitentes ráfagas de viento. Toros de Barralva, de encastre Atanasio Fernández, desiguales en presentación y hechuras, complicados en su conjunto. Y uno de Montecristo (7o., como regalo), noble y con calidad. Pesos: 493, 511, 505, 489, 521 y 536 kilos. Ignacio Garibay (acero y oro): Silencio tras aviso, silencio y dos orejas en el de regalo. Sebastián Castella (azul Soraya y oro): Silencio y dos orejas con algunas protestas. Sergio Flores (azul rey y oro): Oreja y ovación. Incidencias: Sergio Flores pasó  a la enfermería para ser revisado tras la lidia del 3o. Destacaron en banderillas Gustavo Campos y Fernando García hijo, que saludaron en el 5o. Al finalizar la corrida Sergio Flores regresó a la enfermería, y de ahí iba a ser remitido a una clínica para hacerle radiografías, pues presentaba dolor en el costado derecho.


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