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Cine taurino: "Sangre y Arena"

Viernes, 12 Abr 2019    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Foto: Cartel   
"…Juan Gallardo: un paria de la fortuna que se alza a la cúspide..."
En 1941 la industria cinematográfica americana tomó este argumento con trasfondo español bajo la dirección de Rouben Mamoulian, con Tyrone Power, un latin lover que interpreta al torero Gallardo, entre dos mujeres, rostros del cine de entonces, como fueron Rita Hayworth (doña Sol) y Linda Darnell (en el papel de Carmen). 

Ya era cine sonoro, por supuesto, y además en color, producido por la  Twenthieth Century Fox y con una fotografía de Ernest Palmer y Ray Rennahan, que mereció un Óscar. En este filme figuró también, como personaje oponente de Gallardo en el ruedo y en los brazos de doña Sol, el actor Anthony Quinn.

La cinta de Mamoulian se abre con una amistad adolescente entre dos muchachillos que acabaran matrimoniando, algo que se comentará, sólo de pasada, en el capítulo segundo de la novela. El filme presenta sus primeras secuencias o cuadros en los que aparece un maletilla, contemplando un cartel de toros alusivo a una actuación de su padre (torero muerto en una plaza) que sueña con ser un día como los hombres cuyos nombres figuran en ese cartel.
 
Más adelante, mira sus trastos de torear (capa deslucida, estoque de madera), mima la máxima suerte citando una cabeza de toro clavada en la pared de su humilde cuarto y, acto seguido, se escapa sigilosamente de su casa, corriendo hasta un próximo lugar donde se dará cita la primera postal de gusto y tipo español del filme: las bailaoras, los flamencos y las gentes del toro.

Allí el muchachillo admira a un torero en pleno éxito, que está sentado con varios amigos, agasajado por mujeres, bebiendo manzanilla, y que sentencia quizá  la tesis de la película, "algunas mujeres matan más que los toros". Por otra parte, el joven aspirante tiene ocasión de defender, en la primera de dos veces, la vilipendiada imagen de su padre, que había llevado el mismo nombre de guerra que él estaba destinado a reivindicar después.
 
En tanto  que provocará  una seria trifulca en el restaurante donde se  concluye la secuencia, para ofrecer en la siguiente al maletilla cruzando un riachuelo a nado para llegar hasta un cortijo y propiciar unos lances a uno de los toros ya apartado para una corrida, en una placita de tentadero, bajo el tópico del rayo de luna y bajo la mirada de una niña que parece saber bien de quién se trata.

Para la investigadora Claire Monnier el leitmotiv el personaje de doña Sol se ha cansado de Gallardo, intuye su declive inmediato, y lo sustituye pronto por otro diestro en emergente fama, ya apoyado por el cambiante y oportunista crítico Curro. La historia vuelve a empezar (a torero muerto, torero puesto). Si antes era la mujer la que toreaba al hombre, ahora se cambian las los papeles. 

Aparecerá entonces  un baile sensual, inspirado en un ritual taurino, incluida la suerte de matar, cuando la mujer se entrega en los brazos del nuevo amante. Se inicia así el fin,  como le advertirá la madre, "cuando se ha llegado a lo más alto se empieza a bajar y sigues pendiente abajo sin remisión hasta el fondo".

María Luisa Burguera Nadal refiere que "Sangre y Arena"  tuvo como principal objetivo difundir la historia de un tipo español (torero y seductor) que había empezado a divulgarse en la cultura occidental no española desde los años del Romanticismo. Niblo y Mamoulian en sus versiones de 1922 y 1941, hicieron adaptaciones en gran parte distintas (la banda sonora y el color de la segunda versión no era tan sólo una pequeña diferencia de avanzada con respecto a la primera) pero en un par de asuntos básicos si  coincidieron.

Por otra parte,  los dos ingredientes claves de sus respectivas historias y de sus respectivos retratos en el caso del personaje  Juan Gallardo: un paria de la fortuna que se alza a la cúspide social, por el camino de la arrogancia y de la valentía, aún adivinando que está caminando por una senda, su destino inexorable que sólo puede desembocar en la muerte, la que lo castiga a la vez que lo sublima. 

En opinión del crítico Gregorio Torres Nebrera, en las dos películas se quiso llegar a la misma conclusión  el personaje de Gallardo es, en última instancia, la víctima propiciatoria, el héroe tornado en juguete roto, que una sociedad intrínsecamente fiera, egoísta y envidiosa conforma en su seno para un día devorarlo.
 
Y naturalmente con la tolerancia de una "Eva"  instrumentalizada (femme fatale) para que se cumpla el inexorable destino del respectivo "Prometeo en traje de luces".

Bibliografía:

Blasco Ibáñez, Vicente, "Sangre y Arena", Barcelona, Planeta, 1954.

Burguera Nadal, María Luisa. "El rito supremo: Hemingway y Blasco Ibáñez (Fiesta y Sangre y Arena)", en actas del Congreso Internacional de Valencia, Vol. 2, 1998.

Monnier, Claire, "A propópsito de "Sangre y arena" de Vicente Blasco Ibáñez: miradas a un opúsculo que costaba 10 céntimos", en Cauce: Revista Internacional de Filología, No. 26, 2003.

Torres Nebrera, Gregorio, "La suerte cinematográfica de Sangre y Arena", en Comunicación: Revista Internacional de Comunicación Audiovisual, No. 12, 2014.


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