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Historias: Toreros mexicanos siglos XVI a XIX

Miércoles, 13 Mar 2019    CDMX    Francisco Coello | Foto: Archivo FC   
"...actividad vinculada, en buena medida a celebraciones..."
Trabajo actualmente en la elaboración de una interesante investigación, la cual lleva el título "Galería de toreros mexicanos. Siglos XVI-XIX". Nutrirla de elementos, ha significado ir de sorpresa en sorpresa, debido a la cantidad de personajes que participaron a lo largo de tiempo tan específico, en la celebración de multitud de festejos taurinos y en un lapso de tiempo que va de 1526 a 1900; es decir 374 años en los que se hacen presentes todo tipo de actores en sus diversas modalidades. 

Los hay a pie y a caballo, hombres y mujeres. Ese enorme conjunto, dejó evidentemente una estela –mayor o menor–, a su paso por lo que al culminarlo, y más aún bajo la posibilidad de publicarlo, podremos tener una idea de quienes, con nombre y apellido se sumaron a la celebración de este o aquel festejo.

Las fuentes de que me valgo, van de algunos trabajos elaborados desde fines del siglo XIX, así como de listas de toreros que aparecen en las cuentas de gastos, o aquellos citados en las relaciones de sucesos (sobre todo durante todo el virreinato). También los carteles se convierten en información de primera mano, pues proporcionan el nombre de quienes integraban las cuadrillas por aquel entonces. Un agregado interesante, es esa notable presencia de investigaciones académicas, las cuales, por su escasa difusión, las valoro en términos muy especiales.

Decidí acotar tal empresa a tan específicas delimitaciones cronológicas, en virtud de que si bien, la ubicación de datos es complicada, por otro lado, permite enriquecer lentamente ese propósito. La dedicación al tema general de la historia del toreo en México, a lo largo de 40 años, me ha permitido hacer acopio de una información de la que hoy me valgo para ese y otros objetivos y puedo compartir el hecho de que por fortuna, dispongo de un rico banco de datos cuya utilidad y organización han generado la posibilidad de proponer temas como el que ahora comparto.

En dicha "galería", no solo se incluye tal o cual reseña biográfica, por mayor o menor que esta sea, sino que cuando existe el caso, la misma se acompaña de la o las imágenes que destacan al diestro citado, lo cual forma parte en el quehacer del historiador. Su buen olfato, lo lleva a obtener y aún más, a confirmar que la presencia iconográfica del personaje aludido es cierta o verdadera.

La aventura de ese propósito, me ha llevado a entender otros tantos significados de la dinámica taurómaca que se desplegó a lo largo de esos poco más de tres siglos y medio de actividad, vinculada en buena medida a celebraciones religiosas, civiles; académicas, incluso las que surgieron con motivo de ser consideradas como "solemnes" o "repentinas". No podían faltar las generadas por festejos donde los autores de tal o cual relación de fiestas, por ejemplo, cita –en prosa o verso-, la presencia de caballeros, integrantes en su mayoría, del grupo de poder novohispano, de esa élite ligada a unas normas preestablecidas por su propio segmento social y cuyos códigos se cumplieron rigurosamente hasta casi concluir el virreinato.

También, es posible apreciar el hecho de que un buen porcentaje ostentaba alias, sobrenombre o apodo, lo cual confirma la costumbre inveterada de construir una figura popular no exenta del prodigioso significado de aquella aureola con que se mueven personajes que adquieren celebridad, ya sea por sus hazañas o incluso envuentos por la tragedia, factor que llevó a convertir a varios de ellos en referente. No olvidemos el caso en el cual la muerte de Lino Zamora, la cual ocurrió fuera del ruedo, a causa de un triángulo amoroso, alcanzó trascendencia inusitada. 

Esto, gracias al célebre corrido que dio cuenta de aquel acontecimiento. La hoja volante, salida de la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, debe haberse vendido por cientos; o miles de ejemplares que incluso, han llegado a nuestros días. Además del arrojo que, como figura alcanzaba el torero, el contenido de aquellos versos informaba puntualmente las incidencias del percance, en el cual Braulio Díaz, se convirtió en el asesino, mientras que Prisciliana Granado, era el motivo de aquel desencuentro.

Por ejemplo, Leopoldo Vázquez, allá por 1898 dice sobre Lino Zamora: Lidiador acreditado que por su bravura y arte desde su aparición en los circos taurinos de México se llevó de calle a los públicos e hizo que perdieran no poco partido entre los espectadores a algunos de los diestros que antes gozaban de no poco prestigio.

En 1885 mataba toros en las principales plazas de la república mexicana con general aplauso, y su concurso era solicitado por cuantos organizaban corridas de alguna importancia seguros del éxito en su negocio.

Sin embargo, debe uno reconocer que lo inestable de ciertos datos nos llevan a creer a "pie juntillas" lo que viene corriendo de boca en boca; es decir el testimonio oral que pasa de generación en generación y que, peor aún, se da por un hecho. Se creía que Lino Zamora habría muerto, víctima del despecho y los celos de su banderillero Braulio Díaz, a raíz del triángulo amoroso que surgió entre estos dos personajes y Prisciliana Granado, en 1884. 

Pero con el dato que La Voz de México, reporta en su número 50 del viernes 1o. de marzo de 1878, se puede colegir que dicho asesinato ocurrió en Zacatecas el 7 de febrero de ese mismo 1878. Los "Legítimos versos de Lino Zamora, traídos del Real de Zacatecas" que corren todavía lamentando su penosa muerte, debe reconocerse, dan una fecha equivocada, la del catorce de agosto. 

Quizá por eso, al convertirse aquel acontecimiento en un asunto que dispersó vox populi, es que haya llegado hasta nuestros días arrastrando ese peso de equivocación, diluido en su originalidad por el tiempo, pero más aún porque transmitido entre el pueblo, se encontró rápidamente con una afirmación que es difícil de extirpar en algunos casos.

Para fortuna, en casos como los del reciente trabajo que nos comparte Eduardo Heftye en "Corridos taurinos mexicanos. Recopilación y textos", publicado en 2012, confirma el hecho a partir del siguiente pasaje:

"(…) debo hacer notar que también existen notorias discrepancias sobre la fecha del citado asesinato de Lino Zamora por parte de su subalterno. De acuerdo con la información que proporciona el texto del propio corrido, sucedió "un jueves por la tarde" y un "14 de agosto". 

Con base en tales datos, Heriberto Lanfranchi llega a la conclusión de que el suceso debió haber sido el jueves 14 de agosto de 1884, dato que también es compartido por Marcial Fernández "Pepe Malasombra" y el autor de estas líneas (cuando ambos ya habíamos publicado en 2002 Los nuestros. Toreros de México desde la Conquista hasta el siglo XXI).

No obstante lo anterior, Cuauhtémoc Esparza Sánchez asegura que el crimen en cuestión ocurrió el 7 de febrero de 1878 –precisamente un jueves–, basándose en los datos que contiene el acta de defunción de Lino Zamora, que obra en el Archivo del Registro Civil del Municipio de Zacatecas, misma que tuvo a la vista y cuyos datos precisos reproduzco a continuación:

"Libro del año de 1878 No. 16, Defunciones. Empieza el 1o.. de enero, termina en 15 de abril. Acta 302, Fol. 62 f. y v."

"Lino Zamora (1840 – 7 de febrero de 1878). Torero. Nació en Guanajuato, Gto. (...) Casado con Juana Alejandrí, también guanajuatense. Después de practicársele la autopsia por orden judicial, en el Hospital Civil, fue inhumado en el panteón del Refugio en un sepulcro especial, donde quedaron sus restos durante 5 años en la ciudad de Zacatecas, donde falleció".

Creo que es de humanos errar, y si para evitar tal defecto, Eduardo Heftye tuvo a bien puntualizar este tipo de "minucias" en torno a Lino Zamora, lo único que me resta es agradecérselo. Nada más enriquecedor que la participación comprometida de interesados que, como Heftye, se han ocupado de estos menesteres hasta dilucidarlos a su más mínimo detalle.

Así que estos, y otros datos, serán los que en un tiempo, el más corto que sea posible, ponga a disposición de los interesados.

¡A frotarse las manos!

Referencias

Eduardo Heftye. "Corridos taurinos mexicanos. Recopilación y textos". México, Bibliófilos Taurinos de México, A.C., 2012.

Marcial Fernández y José Francisco Coello Ugalde. "Los Nuestros. Toreros de México desde la conquista hasta el siglo XXI". México, Osborne, 2002.

Leopoldo Vázquez. "América Taurina". Por (…). Con carta-prólogo de LUIS CARMENA y MILLÁN. Madrid, Librería de Victoriano Suárez, Editor, 1898.

Otros escritos del autor, pueden encontrarse en: https://ahtm.wordpress.com/.


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