En una tarde cuesta arriba por el clima gélido, la lluvia intermitente, pero más allá por el mal juego de los toros, Joselito Adame se alzó triunfador tras el corte de una oreja de peso, en el marco de la corrida por el 90 aniversario de la plaza Monumental de Mérida. 

El festejo, que incluyo la develación de una placa alusiva por el cumpleaños de la plaza con la presencia de los alternantes y la descendencia de la familia Palomeque –dueños del coso– terminó por realizarse ante un lleno hasta las banderas, pese a las inclemencias del tiempo. 

De destacarse entonces el papel de los aficionados que a su vez arroparon con notorias muestras de cariño a Ponce y se entregaron sin cortapisas ante la torería de Adame. 

Así, la corrida se realizó con entregadas actuaciones de los dos alternan tes, en donde Enrique Ponce, lo intentó con su primero, un toro incómodo, débil, que protestaba levantando la cabeza en cada muletazo, por lo que los aficionados le agradecieron algunos momentos con ambas manos haciendo gala de experiencia y sólida técnica.

Con su segundo no pudo ser. El toro con extrema debilidad se tornó en un eterno batallar. Los aficionados le agradecieron el que se empecinada  –con buena voluntad– en hacerle faena. Al final, con pocos dividendos. 

Con el tercero su labor fue una demostración de oficio y recursos. El toro descastado en extremo, ni se inmutaba con la muleta del valenciano que, arropado por los aficionados procedió a un proyecto de arrimón hacia la segunda mitad del trasteo. Una faena en donde puso en nota alta su nivel de profesionalismo, siempre buscando faena y dando paso a los recursos como la poncina y muletazos intermitentes que terminaron por decantar las ovaciones por su entrega.Vaya si lo arroparon los aficionados meridianos que al final se quedaron con ganas de verlo en faena grande. 

Joselito Adame, le hizo faena al vistoso jabonero primero de su lote, un toro que no se rompió en definitiva, con recorrido, pero a media altura y sin rebozarse en la embestida. Bien desde que se abrió de capote en el toreo fundamental a la verónica y pintureria media y una faena medida por ambos lados con algunos destacados muletazos por derecha. Mató de estocada entera en sitio, pero tendida y dos descabellos.

Con el segundo de su lote, un toro deslucido, que iba con la cara a media altura, descastado, pues le buscó las vueltas por ambos lados con pocos dividendos.

Lo mejor de su actuación llegó con el cierra plaza. Lució el hidrocálido con capote toreando por zapopinas y con la muleta mimando las embestidas del de Marrón que, si cabe, salvó el honor de la ganadería pues tenía calidad, pero le costaba repetir. Y el torero lo sobó, metiéndolo en la canasta para una faena de menos a más, con estructura y variedad, gustándose en los circurrets, naturales y derechazos, para la faena de la tarde. Citó a recibir en dos ocasiones para terminar por cortar una oreja de ley.