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Ferrera o el regreso de un artista

Viernes, 07 Dic 2018    CDMX    De Labra | Foto: Archivo     
Antonio Ferrera volverá a torear en La México 16 años después
Antonio Ferrera se encuentra en México desde hace varias semanas. Vive en Aguascalientes, y de ahí se ha desplazado a distintos ranchos, donde los ganaderos mexicanos le han abierto las puertas de sus casas, con el gusto de recibir a un hombre sincero, tocado de un atrayente misticismo.

En medio de este ambiente tan grato para cualquier extranjero, el torero extremeño se ha reencontrado con México y su gente; con sus toros, y esas embestidas tan distintas a las del ganado español.

La preparación de Antonio ha sido fructífera, sobre todo en los últimos días, y ahora que se encuentra a las puertas de su reaparición en la Plaza México, que no pisa desde noviembre de 2002, cuando vino a confirmar su alternativa de manos del recordado Miguel Espinosa "Armillita". Más de dieciséis años después. Son muchos, pero "Dios sabe porqué hace las cosas", como dice el refrán.

Y todo ha sido a raíz de la inolvidable faena que cuajó en la pasada feria de Aguascalientes a un toro de la ganadería de Begoña, al que toreó por nota. Aquella tarde, Antonio disfrutó el toreo de una forma especial La gente se le entregó a rabiar. La conexión con el público fue máxima y se sintió tan a gusto que el sentimiento de esta tierra se le metió hasta la médula.

Así se lo ha hecho saber a la gente con la que ha convivido en los últimos días, como fue el caso de Juan Pablo Corona, allá en su rancho de San Constantino, en el sur de Jalisco, donde fue a torear varias vacas y un par de toros a puerta cerrada, según dan fe las imágenes de Óskar Ruizesparza que ilustran este texto, y en las que se puede apreciar el gozo del torero.

Porque el toreo de Ferrera brotó en muletazos largos, sentidos, en los que hubo temple y largueza, además de esos adornos tan propios de una tauromaquia que está viviendo sus mejores días, los de la madurez, ahora que lo ve todo con tanta claridad.

Después de disfrutar las embestidas del ganado de San Constantino, disfrutó la compañía de los invitados, y pudo admirar el vestido de torear con el que Manolo Marínez, del que se dijo fiel admirador, se encuentra en una de las salas de la colección particular de la ganadería.

Es ese traje que "el mandón" se puso el 30 de mayo de 1982 en la Plaza México, en su enésima encerrona, cuando decidió quitarse de los toros y volcarse con su trabajo como ganadero.

Ferrera ahora sí podrá contar en España cómo embiste el ganado en este país, y como lo han tratado en los lugares donde ha estado. Aquí parece que todo fluye de otra manera y él lo sabe.

Eso espera también que suceda el próximo domingo en el coso de Insurgentes, donde está anunciado en la quinta corrida de la Temporada Grande al lado de Jerónimo y Juan Pablo Sánchez -otro torero allegado a San Constantino- para lidiar una corrida de Santa Bárbara.

Ahí está un torero "nuevo", así, entre comillas, para la sensible afición de La México, que solo lo ha visto aquella tarde de la confirmación, cuando todavía no había acumulado la experiencia y  las vivencias que hoy día lo llevan a expresar con mayor profundidad. Así que viene en la etapa de mayor interés de su sólida tauromaquia, con mucho por decir y sentir en esta plaza. Las vibras son buenas. Ojalá que tenga suerte. 


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