Banners
Banners
altoromexico.com

El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 08 Nov 2018    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
...hay que aclarar que el peso de un toro no es sinónimo de trapío...
La problemática que se suscitó en Guadalajara, y el consiguiente fiasco que supuso la corrida del domingo pasado, nos obliga a hacer diversas reflexiones acerca del papel de los jueces de plaza y su labor dentro de la fiesta de los toros.

En el caso de los espectáculos taurinos, la presencia de los representantes de la autoridad municipal se remonta a muchos años atrás, de la misma manera en que otros eventos de carácter similar son regulados por dicha instancia, y cuyo espíritu es proteger los intereses del público.

Sin embargo, en lo referente a los toros, esta injerencia a veces incluye actitudes protagónicas que son motivo de conflicto cuando existe una valoración subjetiva de determinados aspectos, como son, por ejemplo, el del trapío de los toros o la concesión de trofeos, que suelen ser los que provocan mayor controversia entre los involucrados o el público.

El juez de plaza cuenta con la asesoría de un profesional que, por su experiencia al haber vivido distintas situaciones, está obligado a tener más sensibilidad a la hora de juzgar los hechos, y sugerir al juez la adecuada toma de decisiones que favorezcan el buen desarrollo de un festejo.

El mejor juez de plaza es aquel que pasa inadvertido para la gente; es el que sabe conciliar con las partes y procura solucionar los problemas de la manera más cordial. También es el que mejor interpreta el reglamento y el deseo del público a la hora de conceder orejas, cambiar toros que se inutilizan durante la lidia, o que acepta a indultar a aquellos que lo merecen, entre otras cosas.

Por otra parte, resulta muy importante aclarar que el peso de un toro no es sinónimo de trapío. Desde luego que es un referente numérico incuestionable para su aprobación, pero no es el único elemento para fundamentar la aceptación o rechazo de un ejemplar, sobre todo si el peso de un ejemplar está en el límite de esa exigencia numérica, como fue el caso de un par de los toros de Jaral de Peñas.

Desde luego que el argumento esgrimido por el juez de plaza, que solamente se apegó al reglamento a rajatabla, se pudo haber subsanado si hubiese habido una valoración de conjunto de la edad de los ejemplares en cuestión y sus hechuras, así como los antecedentes de la ganadería o la honorabilidad de su criador.

Porque en muchas ocasiones, cuando ha existido buena voluntad -y también mayor conocimiento y sensibilidad taurina- determinados jueces aprueban toros que cumplen con casi todos los criterios de lo que es el trapío, salvo en el rubro del peso, que es un factor relativo a sus hechuras y hasta irrelevante.

Se sobreentiende que el juez de plaza está para velar por los intereses del público, pero lo visto en el reciente caso tapatío, aquí, a final de cuentas, resultó todo lo contrario; es decir, que una decisión sin el criterio y la flexibilidad suficiente obligó a un cambio de ganadería que degeneró en un desagradable sainete.

Este error de apreciación por parte del juez afectó sobremanera los intereses del público y de los actuantes, y eso es algo que los verdaderos protagonistas del espectáculo, como son los toreros y ganaderos, no deben de consentirlo bajo ninguna circunstancia.


Comparte la noticia


Banners