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Los mausoleos taurinos

Viernes, 02 Nov 2018    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Foto: Archivo   
…En total 19 figuras de tamaño natural que dan como resultado…
El permanente protagonismo de la muerte como elemento esencial dentro del espectáculo taurino y considerada factor para la creación artística, aporta un silencio sobrecogedor a la hora de la verdad, mucha solemnidad habrá en el rito de la muerte, con su punto de sacralidad, no sólo por el sacrificio del toro sino por el evidente peligro de que el torero pasé a la dimensión del más allá.

El torero suele profesar una profunda fe católica manifestada de diferentes formas que se manifiestan en religiosidad popular, la idea y acercamiento con el histórico Jefe Supremo antes de la corrida, será casi siempre matizada con la devoción a los santos protectores, al propio Nazareno o a la gran intercesora Virgen Madre, cuyo dolor se transfigura en el dolor de la madre del torero.

Entre tanto, la pintura con su inmenso poder narrativo, fue quizá la que se adelantó a la sacralización del héroe muerto, un claro ejemplo que pone de manera clara a consideración lo que de contenido profundo tiene la tragedia taurina, será el cuadro "La muerte del maestro" del año 1882, del maestro José Villegas Cordero.

"La muerte del maestro" será entonces la concreción, la sublimación sacral de la muerte del torero, una carga descriptiva y simbólica que convierte este asunto en un elemento universal válido para significar la caída del héroe, en contra parte, la escultura no encontró en ese momento los recursos para concretar la amplia gama de matices que plasmaba el cuadro de Villegas.

Por otra parte, la solemnidad de la muerte trágica se encuentra perfectamente representada en el quizá primer monumento funerario taurino: La tumba del Espartero. Un rincón del cementerio de San Fernando de Sevilla, frente al que se hizo años  después la tumba más ostentosa de Juan Belmonte; el de El Espartero es un monumento realizado por la casa Aixa de Valencia, con un evidente carácter simbólico que alude a la vida truncada en plena juventud y en la cima del éxito.

Ya en la llamada Edad de Oro,  Joselito y Belmonte marcaron los rumbos del toreo de muchas maneras, sin embargó, la muerte de José Gómez Ortega causó verdadera conmoción nacional en aquellos días, acto seguido, se propiciaron unos funerales que se celebraron en Catedral y se doblaron las campanas de La Giralda, además de que se revistieron con los ornamentos del Viernes Santo.

Se decidió conmemorar la muerte del maestro con un monumento funerario que se encargó a uno de los escultores más prestigiosos de la época, Mariano Benllure, se concluyó la obra en 1922 y sigue siendo una de las obras escultóricas más sobresalientes de este campo santo. Una obra sobre un basamento de caliza donde el autor dispuso un cortejo de gentes del toro, ganaderos, niños y flamencas, trabajados con realismo, facilidad y precisión.

En esta obra todos irán compungidos, las mujeres buscando consuelo en las compañeras, los niños suspendidos en medio del drama, los hombres sumidos en sus propios pensamientos, abren el cortejo tres gitanas, dos mujeres y una niña, portando la central una pequeña reproducción de La Esperanza con atuendo de luto. 

Los hombres llevan el féretro de diseño renacentista, en el que reposa el cuerpo solemne del maestro de Gélves, la efigie trabajada en mármol, cubre las piernas con un capote de bronce que cae por los lados del grupo, niños y mujeres llevan un enorme arreglo floral al torero, en total 19 figuras de tamaño natural que dan como resultado un bello triunfo que se haya levantado jamás, o mejor dicho, hasta ese momento a un héroe taurino.

Como no mencionar a Manolete y a tantos otros que fueron homenajeados con majestuosas obras escultóricas, en conclusión, para estos reconocimientos en piedra, mármol y otros materiales quizá se requieran ciertas condiciones, las circunstancias históricas necesarias, además de que el diestro se encuentre en olor  de las multitudes, así que la muerte le sobrevenga súbitamente o en las horas posteriores al percance y que la escultura conmemore la gesta mediante un monumento.

Bibliografía:

Enseñat Benllure, Lucrecia. "La obra taurina de Mariano Benllure", Universidad de San Pablo, CEU, curso académico 2004-2005, aula de tauromaquia, Madrid, 2005.

Martín García, Lourdes."La muerte del maestro de José Villegas Cordero",  Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, No.36, 2001.


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