El capitalino José Mauricio dio la única vuelta al ruedo en la corrida celebrada en la población hidrocálida de Jesús María, donde El Payo mostró momentos de muy buen calado artístico y Diego Emilio dejó un grato sabor de boca entre la afición

Octavio García "El Payo" detuvo el tiempo cuando interpretó el toreo a la verónica, suave, despacio, armónico y pinturero, que seguro quedará para el recuerdo en la memoria de los aficionados. Quizá el queretano llegó inspirado; mostraba un semblante melancólico, tal vez recordaba a su amigo Mario Aguilar, quien toreó muchas tardes en dicho albero y con quien compartió más allá de una profesión.

Ante su primero logró muletazos de calidad, pero “Tauromago” se desfondó y el rubio torero no tuvo más remedio que finalizar su labor. Mientras que con su segundo, un brindis emotivo que seguro lo sintió hasta el alma, derrochó clase y profundidad, transmitiendo un toreo maduro. El Payo se justificó, y de no ser por la espada, habría obtenido algún trofeo.

José Mauricio atraviesa un buen momento en su carrera, quizá no acartelado en las principales ferias, pero si con un toreo con el que seguro, pronto las empresas volverán a llamar. El caso es que ante su primero, no pudo redondear una faena que le redituara un triunfo, debido a que “Flaco”, terminó por rajarse y buscar el camino hacia las tablas.  

Las cosas cambiaron al salir “Chatito”, también de San Isidro, ejemplar que "saludó" en el burladero de matadores y lo desprendió para arrojarlo directo al callejón, afortunadamente sin causar ningún inconveniente. Mauricio aprovechó el momento y se fue a los medios para ejecutar un quite ajustado por chicuelinas, y rematar con dos medias muy toreras. 

Con la muleta, comprendió que se encontraba ante un toro con bravura, con el cual había que estar muy firme, y el capitalino así lo hizo, a los medios para dar inicio con dos ajustados cambios por la espalda, y luego a torear por el pitón  derecho.

La faena tomó altos bríos,  al grado que Mauricio solicitó se tocara la popular “Pelea de gallos”, a lo que el juez accedió, las cosas no necesariamente se deben pedir, generalmente llegan cuando así lo ameritan. Un toreo en redondo, asentado, relajado, y disfrutando. 

Finalizó toreando de pitón a pitón, una imagen que por si  misma, es capaz de trasladar a otros tiempos de la tauromaquia. Estocada caída y tres viajes con la espada corta, fueron los factores que lamentablemente lo alejaron del triunfo. 

El más joven de la tercia, el hidrocálido Diego Emilio, dejó grato sabor de boca, pues mostró entrega y valor. Una tarde donde se entregó al público que se dio cita para verlo torear. 

Dos faenas de diversas cortes, ante su primero, se le vio por momentos acelerado, mencionar que el toro no era fácil, sabía lo que dejaba detrás, y Diego terminó por meterlo en la muleta. 

Con el cierra plaza,  Diego realizó un lucido quite por gaoneras, dejando constancia una vez más del valor que atesora. Mientras que con la muleta, estructuró una faena de menos a más, que terminó acompañada por “Pelea de gallos”,  cuando todo parecía que el triunfador sería el hidrocálido, la espada de nueva cuenta, le jugó una mala pasada, y le negó el tan anhelado y merecido triunfo.