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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 21 Jun 2018    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
...para materializar los sueños hay que estar horas y horas...
El reciente triunfo de la Selección Mexicana de futbol ante el equipo de Alemania, ha provocado una inmensa alegría entre la gente. Al margen de tratarse de un hecho histórico del que es difícil sustraerse, la enseñanza de esta victoria es muy grande y hasta se debe de tomar en cuenta para cualquier aspecto de la vida cotidiana.

Si acaso al conjunto nacional le faltó rotundidad para haber marcado el segundo gol, que hubiese generado un marcador todavía más contundente, ahí queda esa demostración de actitud y de aptitud, dos elementos clave que configuraron un importante logro que parecía irrealizable.

Sin embargo, y entroncando este asunto con el toreo, bien vale la pena hacer algunas precisiones que se pueden aplicar al ejercicio de una profesión tan azarosa, en la que no todo depende del torero, sino del toro que tiene delante, que suele condicionar los acontecimientos del ruedo.

Y si esta victoria sobre Alemania parecía tan inalcanzable como abrir la Puerta Grande de Las Ventas de Madrid, al final sí se pudo conseguir el objetivo para el que se preparó la Selección Mexicana… así de difícil, y así de sencillo, al mismo tiempo.

Ahora que Diego Ventura cortó un rabo en Madrid después de 46 años en que no se concedía tal premio, saltan a la palestra esos grandes hitos de una plaza donde obtener dicho galardón ha sido reservado a unos cuantos privilegiados; entre ellos, el inolvidable Lorenzo Garza, por allá de 1934.

Pero volviendo al asunto de la Puerta Grande, han pasado idéntico número de años, y ya la cifra hasta nos parece un tanto humillante para que nos la sigan recordando, en que los toreros mexicanos no han logrado salir a hombros de la plaza de Madrid.

El que más cerca ha estado de conseguirlo en los últimos años ha sido Joselito Adame, al que, ciertamente, se la han negado hasta en dos ocasiones por aquello de la exigencia de un palco presidencial que durante la pasada Feria de San Isidro estuvo mucho más receptivo a las solicitudes del público, y premió con manga ancha algunas faenas, hecho que redundó en la apertura de la anhelada puerta, en ciertas ocasiones sin demasiados merecimientos.

La moraleja del triunfo de la Selección Mexicana no es otra que sí se vale soñar, pero para materializar los sueños hay que estar horas y horas ensayando, estudiando y aprendiendo, sin descanso, a fin de que las condiciones de preparación sean las óptimas para favorecer los resultados que se están buscando.

Y si además de triunfar se consigue toreando bien, lo que se dicen "bien", entonces la satisfacción no tiene precio. Desde luego que no todos los toreros son capaces de hacerlo, pero esa debería de ser su máxima meta, a fin de que sus actuaciones tuvieran más relevancia.

Porque al margen de los resultados, el triunfo más significativo es que el toreo se haga con arte, y una emoción tal que trascienda al paso del tiempo, como seguramente ocurrirá con el 1-0 de la Selección de México ante Alemania, que el otro día se quedó sumamente desconcertada con lo que había sucedido en el campo de juego.


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