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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 07 Jun 2018    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
...esa parte de la vida de José Alameda, cuando trató en vano de...
La producción bibliográfica de José Alameda vivió su auge a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, precisamente cuando había adquirido una gran notoriedad pública gracias a su ameno programa "Brindis Taurino", que se emitió en la televisión mexicana durante una década, comprendida entre 1977 y 1986.

"Brindis Taurino" había sido creado para dar un fuerte impulso mediático a la fiesta de los toros de la mano de la cerveza Superior, "la rubia que todos quieren", como rezaba aquel magnífico eslogan que aún se recuerda, y cuya concepción estaba tocada de un fuerte rasgo de carácter aspiracional.

La Cervecería Moctezuma era la propietaria de la marca en cuestión, misma que se anunciaba en muchas plazas de México y hasta patrocinaba la transmisión por radio de corridas de toros desde varios puntos de nuestra geografía, teniendo en la figura del maestro Alameda a su imagen más representativa.

Y fue en esos años cuando vieron la luz distintos libros de talante ensayístico en los que el inmenso intelectual y poeta madrileño (me niego tajantemente a encasillarlo como "cronista taurino2), alumbró varias ideas al respecto de distintas épocas del toreo, parejas taurinas, toreros o personalidades, y demás temas de interés de los que se había escrito muy poco.

Esa lucidez mental de Pepe Alameda, dotada de una profunda intuición nacida de su acusada sensibilidad, ya había tenido su alumbramiento mediante dos obras anteriores: "Los arquitectos del toreo moderno", publicada en 1961, así como "El toreo, arte católico", que fue la magnífica conferencia que había dictado en marzo de 1953 en el Casino Español de la Ciudad de México.

Sin embargo, en 1979 público uno de esos libros con los que más tarde edificaría su brillante obra concluyente: "El hilo del toreo"; se trata de "Los heterodoxos del toreo", en cuyo prólogo hace un significativo ataque en contra de los periodistas españoles de esos años, a los que califica como "terroristas", tal vez motivado por el fracaso que supuso su intentona de abrirse camino en España, donde varios de sus compañeros, los más influyentes y poderosos, desde luego, le hicieron la guerra.

A lo largo de esas páginas, Alameda hace referencia a una idea muy interesante: el toreo "natural" o "cambiado", y desarrolla una argumentación a favor de ambas tendencias, tratando de describir a los toreros según su forma de interpretar, ya fuera como toreros "naturales" o "cambiados"; es decir, los que se distinguieron por hacer el toreo por el pitón contrario al del cite.

Al margen de estas reveladoras consideraciones que sentaron las bases para realizar una observación más detallada de las técnicas del toreo, líneas después desvela la importancia histórica de esos toreros heterodoxos, como el caso del atrayente Carmelo Pérez, al que vio torear en Toledo, una sola vez en su vida, en esa única corrida en la que el hermano mayor de Silverio toreó en España el Jueves de Corpus antes de encontrarse con la muerte.

Y como esa anécdota, entre muchas, otra acerca del mítico Juan Belmonte, con el que, vestido de corto, compartió algunas frías mañanas de invierno en las fincas del campo charro de Salamanca.

Al cabo de tantos años, bien valdría la pena realizar una investigación periodística al respecto de esa parte de la vida de José Alameda, cuando trató en vano de convertirse en el amo de la crónica taurina de España. Entretanto, debemos de seguir leyendo sus maravillosos libros, esos cristalinos ríos de sabiduría que fluyen hacia el mar abierto del conocimiento del toreo.


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