Ver a los buenos toreros veteranos torear siempre será un lujo. No sólo por cuestiones de su edad, sino por aquellas circunstancias que les han permitido alargar sus carreras quizá un poco más de la cuenta.

Y hoy en Aguascalientes, con el aliciente añadido de que se trataba de una terna de banderilleros curtidos en las más duras batallas, la corrida terminó siendo un éxito para la gente.

Así que la entrada que registró la plaza, con más de medio aforo cubierto, fue una señal inequívoca de que el cartel había despertado el interés de la afición.

Ese público que hoy acudió a la corrida, salió muy contento, feliz de haber presenciado los triunfos de Juan José Padilla y El Zapata, mientras que El Conde, lamentablemente, pechó con el lote malo del encierro y no tuvo opciones de lucimiento y se vio obligado a resolver la papeleta con su característico oficio y honradez profesional.

El duelo triple de banderilleros que escenificaron los toreros rayó a un nivel más alto cuando El Zapata cogió los palos en el tercer toro, un ejemplar hondo, corto de manos, y muy serio por delante, que fue un dechado de bravura y emoción.

Al concluir el tercio, Uriel tuvo que dar una ovacionada vuelta al ruedo tras haber cuajado valientes pares de banderillas de los que el par monumental fue un portento de riesgo calculado.

Y ya con la muleta, el tlaxcalteca realizó una faena importante en la que se impuso a los continuos embates del viento, que molestó toda la tarde.

Qué pena no haber podido disfrutar más las enrazadas embestidas de “Carlitos”, que mantuvo su boyante condición hasta el final de la lidia que concluyó con la concesión de una merecida oreja para el recio torero de Apizaco.

La lidia del sexto incluyó un vistoso quite de su invención, que incluyó un lance del “ojalá para después ejecutar arabescas caleserinas.

Aunque tras otro vibrante segundo tercio el toro vino a menos, El Zapata le compuso una faena aseada, con muleta la templados que gustaron al público. Y como mató de una estocada eficaz, le concedieron un apéndice que le permitió acompañar a Juan José Padilla en la triunfal salida a hombros.

Y es que el jerezano no escatimó esfuerzo alguno para agradar a los espectadores, que lo recibieron y trataron con en cariño especial, sobre todo en su trasteo al quinto, un toro de Los Cues que fue dócil y le permitió andar muy a gusto, cobijado por los nostálgicos acordes de "Las Golondrinas".

Aquellas dos últimas orejas cortadas en esta tierra, fueron un digno capítulo final a una trayectoria breve pero intensa ante esta afición, a la que le dejó esa huella de sinceridad que prodigó siempre.