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Historias: Josefina Vicens

Miércoles, 22 Nov 2017    CDMX    Francisco Coello | Foto: Archivo   
"...firmaba colaboraciones en Sol y Sombra..."

La vida de Josefina Vicens se aglutina en escasas, pero no por ello, notables producciones literarias. "El libro vacío" (1958) es su obra mayor. Los años falsos (1982) completa el trabajo novelístico "Petrita", un cuento y los guiones cinematográficos "Los perros de Dios", así como "Renuncia por motivo de salud", la colocan en un sitio exclusivo entre los grandes creadores del siglo XX en México.

Su caso es muy parecido al de Juan Rulfo, quien con dos obras mayores: "Pedro Páramo" y "El llano en llamas" tuvo a bien convertirse en referente de la literatura nacional a partir de 1953 y 1955, años en que se publicaron esos dos libros por primera vez, respectivamente

En apretada biografía podemos anotar que Josefina Vicens nació en Villahermosa, Tabasco el 23 de noviembre de 1911. Mujer inquieta como pocas logra abrazar las causas sociales siendo decidida su participación a favor de los derechos humanos; en el Departamento Agrario, en la Confederación Nacional Campesina y luego como cineasta, por lo que ocupó la presidencia de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas. También fue miembro vitalicio del Sindicato de la Producción Cinematográfica. Muere el 22 de noviembre de 1988.

Solo por explorar un pequeño pasaje de "El libro vacío" -antes de pasar a describir una actividad poco conocida en ella- vale la pena dejarnos llevar por el vértigo de su emoción al escribir; emoción que proyecta en José García, el protagonista de la obra:

"Mi mano no termina en los dedos: la vida, la circulación, la sangre se prolongan hasta el punto de mi pluma. En la frente siento un golpe caliente y acompasado. Por todo el cuerpo, desde que me preparo a escribir, se me esparce una alegría urgente. Me pertenezco todo, me uso todo; no hay un átomo de mí que no esté conmigo, sabiendo, sintiendo la inminencia de la primera palabra. En el trazo de esa primera palabra pongo una especie de sensualidad: dibujo la mayúscula, la remarco en sus bordes, la adorno. Esa sensualidad caligráfica, después me doy cuenta, no es más que la forma de retrasar el momento de decir algo, porque no sé qué es ese algo; pero el placer de ese instante total, lleno de júbilo, de posibilidades y de fe en mí mismo, no logra enturbiarlo ni la desesperanza que me invade después".

Y bien, ¿de qué actividad poco conocida estoy hablando? Resulta que Josefina Vicens, allá por los años cuarenta firmaba colaboraciones en "Sol y Sombra" y "Torerías" como PEPE FAROLES. ¿Cronista taurina? Ni más ni menos. Y no sólo eso. Ocupó la dirección general de "Torerías", revista que se codeaba con "La Lidia" o "El Redondel", por ejemplo.

Josefina mantuvo en su revista una línea crítica, con un formato que iba en semejanza con "La Lidia", publicación de la que era director Roque Armando Sosa Ferreiro, teniendo entre su grupo de colaboradores al recordado Dr. Carlos Cuesta Baquero.

La Vicens supo aprovechar –hasta donde alcanzó la existencia de Torerías-, para desplegar sus conocimientos en materia taurina, pero sobre todo para convertir esa trinchera en una publicación que reflejara un punto de vista distinto, el que por género per se, estaba tremendamente limitado. De ahí el uso masculino del seudónimo.

"Torerías" sustentaba su contenido en noticias taurinas, complementadas por las de espectáculos y variedades, sin faltar un amplio despliegue de secciones fotográficas y hasta de caricaturas. Sin embargo, Josefina Vicens no mostró ambición en cubrir secciones importantes. Reducía su actividad a notas cortas donde establecía su opinión sobre los hechos del momento y sus protagonistas. Además, de vez en vez publicada alguna interviú acompañada del reportaje gráfico donde el fotógrafo buscaba no excluirla, haciéndola aparecer junto a sus entrevistados.

Uno de esos episodios, fue aquel donde con difíciles posibilidades pudo entrevistar al que era el empresario de la capital. Me refiero a Antonio “Tono” Algara, a quien un incómodo cuestionario lo ponía en difícil posición, lo que sirvió para que este personaje recibiera con muchos inconvenientes a “Pepe Faroles” y más aún le respondiera de no muy buena manera.

Este quehacer recuerda el que luego ha sido todo un oficio en manos de Elena Poniatowska, quien parece haber recogido la enseñanza de la Vicens que como vemos, dejó escuela y un estilo ácido, visceral y hasta juguetón con propósitos de desnudar literalmente al personaje del que pretendía obtener un perfil para tornarlo colaboración en las publicaciones donde nuestra protagonista pudo formar parte.

Además de la rotunda presencia de Josefina Vicens, no puedo dejar de mencionar nombres de otras mujeres que legaron y siguen legando testimonios por escrito hacia la tauromaquia. Allí están los de María de Estrada Medinilla y la propia sor Juana Inés de la Cruz en el siglo XVII; o la opinión de Frances Eskirne Inglis, Madame Calderón de la Barca casi al mediar el XIX. Y en estos tiempos más recientes, los de Elia Domenzain, Lucía Rivadeneyra, Natalia Radetich Filinich o Mary Carmen Chávez Rivadeneyra, por mencionar los más representativos, sin que falte el de la Doctora en Historia María del Carmen Vázquez Mantecón, quien en los últimos años ha hecho una gran aportación bibliográfica y de investigación en torno al tema de la fiesta taurina en nuestro país.

Aficionada a los toros, Josefina Vicens supo luchar en momentos de difícil apertura a favor de la mujer y tan lo logró, que se hizo cargo de la publicación ya mencionada. En aquel entonces sobresalían junto a ella Esperanza Arellano “Verónica” y Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes. PEPE FAROLES es el seudónimo que ocultaba a Josefina Vicens, futura creadora que logró alcanzar alturas insospechadas. ¿Por qué emplear ese sobrenombre como lo hizo en su momento la monja jerónima Juana Inés de la Cruz, al tener que asumir y constreñirse a los dictados que estableció una sociedad masculina con objeto de ingresar a la Universidad?

Josefina Vicens mantuvo la idea de que los toros es una actividad metafísica en la que el hombre se atavía con todo lujo y se prepara a encarar su cita con la muerte. Muerte es aniquilamiento, muerte es la danza de una belleza efímera llena de precisión, donde además, se juega con ella para salvar la vida. Por eso, la síntesis de la tauromaquia que ella pudo ver está en la vida que se matiza de riesgos y de una temeridad que quizás iba en armonía con su forma de ser.

No acabo todavía de imaginar que los toros, con todo el significado masculino que ostenta y alterado por valores machistas y hasta misóginos dejara lugar para una mujer inteligente, que supo enfrentar el riesgo, y además demostrar que no cedía un ápice en sus esfuerzos por demostrar su afición hasta los extremos ya vistos en esta pequeña retrospectiva inédita de su vida.

He aquí, amables lectores, una nueva y desconocida faceta de la Vicens, mujer ejemplar.


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