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Espectro Taurino: El triunfo de la inteligencia

Sábado, 12 Ago 2017    CDMX    Jorge Raúl Nacif | Opinión   
"...representación de la vida que queda patente en una tarde..."

Una de las connotaciones de mayor relieve dentro del toreo actual es, desde nuestro punto de vista, la creación artística que el torero puede desarrollar en la cara de un toro bravo, dentro del simbolismo del rito que implica la confrontación que afirma la vida a través de la muerte.

Ante un océano de incomprensión de las actuales sociedades, que pretenden prohibir lo que no comprenden, aunado al matiz de oportunismo político, resulta interesante navegar por el sentido múltiple de la actividad taurina.

Ciertos estamos que, para que brote el instante artístico en el toreo, es necesaria una base técnica por parte del diestro, la cual permite tener un dominio de la situación y del peligro. En ocasiones, aunque exista el dominio técnico, puede no brotar el momento de arte, o bien el torero al abandonarse y "tirar la moneda al aire", puede llegar a "olvidarse" de la técnica.

Sin embargo, al observar una corrida de toros, también resuilta de sumo interés apreciar dominio el torero, que no es otra cosa que la capacidad del hombre para vencer técnicamente a un toro que tiene la fuerza para acabar con su vida o lastimarlo seriamente.

Es el toreo, palabras más o palabras menos, el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza bruta, representación de la vida mima que queda patente a lo largo de una tarde de toros.

Digno de admiración todo aquel que se pone delante del toro, y sobre todo al que se impone y logra dominar las situaciones, haciéndolo siempre con cabeza clara y sin perder la gracia o la naturalidad en sus procedimientos delante de la cara de los toros y ante todas las miradas concentradas en él.

De ninguna manera, como a lo largo de la historia han afirmado cientos de detractores, el público espera que el torero salga lesionado o muerto. El riesgo de lo anterior se corre siempre, pero la afición degusta ver a un torero que consiga salir avante.

Un aficionado tampoco va a plaza a disfrutar y deleitarse con la muerte de un animal; nada más alejado de la realidad. La muerte es un elemento intrínseco a la tauromaquia, esencial en cuanto a su culminación, mas no es la razón por la cual un ser humano acude a los tendidos de un coso para vibrar con el sufrimiento, como tantos y tantos aseguran.

La emoción que se forja entre la bravura del toro y la determinación de un torero, es ingrediente que los espectadores valoran. Y, si de esta unión, el arte es capaz de brotar… pues todavía las sensaciones generan mayores latitudes.

En el toreo se genera arte en movimiento, instantes efímeros que, sin embargo, pueden durar toda una eternidad en la retina o en el corazón del espectador. Y tarde a tarde, el aficionado anhela que pueda producirse una creación artística que, de golpe y porrazo, llena y vacía el espíritu.


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