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Especial: La cuerda del sentimiento

Viernes, 09 Jun 2017    CDMX    Jorge Raúl Nacif | Foto: JRN      
Cruz Ordóñez apuesta por abrir caminos en México

Por causas y azares, este torero ecuatoriano no había tenido la posibilidad de venir a México a lo largo de sus 17 años como matador de toros; sin embargo, las vueltas de  la vida lo han traído a nuestro país para intentar abrir esos caminos que brotan de la profunda necesidad de expresar.

Dicen por ahí que de ilusiones se vive. En Mariano Cruz Ordóñez cobra verdad esta sentencia, ya que precisamente el deseo de exteriorizar sus sentimientos delante de un toro es ese gran motivo para levantarse todos los días sin desistir ante las adversidades, aquellas que no se lo han puesto fácil al igual que a tantos y tantos soñadores de gloria.

Tiene el torero nacido en Riobamba una peculiar capacidad expresiva dentro de su tauromaquia, tal y como lo denotó hace un par de días en la vacada de Jaral de Peñas, donde Juan Pedro Barroso tuvo el detalle de abrirle las puertas de casa para generar ese primer contacto con el ganado en nuestro país.

Así, en medio de la tranquilidad que sólo el campo puede otorgar, Cruz Ordóñez comenzó a confiarse delante de una vaca que mostró mucha clase y a la que lidió con corrección. De a poco fueron surgiendo instantes que calaron entre los asistentes debido a que el torero estaba llevando a cabo un ejercicio espiritual; es decir, sentía para hacer sentir.

Si bien es cierto estos primeros escarceos ya habían dejado un agradable sabor de boca, lo mejor vino cuando Mariano lidió a un toro que fue probado para semental. El ejemplar “Imperioso” criado por Juan Pedro –de la línea Domecq pero con su parte Mimiahuápam- tuvo una clase excepcional, además de un importante fondo de bravura para acudir más de cien veces a la muleta, así que fue aprobado con nota superior.

"Toro bueno descubre a torero malo", reza una vieja sentencia taurina, y es verdad, pero también resulta cierto que un toro así permite que el torero bueno se explaye en el redondel. Mariano estuvo a la altura y bordó muletazos sensacionales en los que acompañó con toda la cintura… y con el alma.

Es el ecuatoriano un torero de profunda esencia, un artista en toda la extensión de la palabra. El cineasta Roberto Bresson afirmaba que no hay arte sin transformación, y esta idea nos vino a la mente cuando ese ser humano un tanto tímido o introvertido se convertía delante del toro en un caudal de expresión.

En medio de esta historia no puede dejarse de lado el oficio y la maestría del venezolano Leonardo Benítez, que estuvo a tono ante una vaca y un toro que tuvieron su importancia e, incluso, el astado de nombre “Plañidero” fue también aprobado. Avanza el novillero Íñigo Rodríguez, con turno ante una becerra, y el matador venezolano José Miguel Parra al darse “las tres”.

También se “echó al agua” el matador Valente Alanís, que colabora dentro de esta casa ganadera que luce radiante y bella. El trabajo de todos los días se nota, tanto en lo exterior como en lo que desarrollan los toros que lucen la divisa de una dehesa que atraviesa por un momento importante, con la verdadera bravura como bandera.

Volviendo a Cruz Ordóñez, no tendemos duda que su concepto del toreo puede encajar como “anillo al dedo” dentro del sensible gusto del público mexicano. Finalmente, el toreo es transmitir lo que se lleva adentro para generar emociones colectivas… y este torero está en la cuerda del sentimiento.


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