El hermano menor de Joselito Adame no quiere perder ni un minuto para seguir escalando peldaños. Y la clave es su ambición, la misma que sorprendió a todo mundo el año pasado en Madrid. Pues con esa misma actitud afrontó esta segunda comparecencia en la feria de su tierra, donde dejó un mensaje muy claro.
En esta corrida también brillaron Juan Pablo Sánchez y Miguel Ángel Perera, que estuvieron muy bien, valientes y dispuestos, de tal suerte que se vivieron pasajes de interés.
Qué grato resulta ver a un torero joven arrimarse como Luis David, y arriesgarlo todo sin miramientos, inclusive desde el inicio de esa primera faena que comenzó con unas inusuales manoletinas en las que parecía que el toro levantaba iba a arrollar porque soplaba el viento con fuerza y el tiro se había arrancado de largo.
Lo que vino después fue un concierto de raza; de entrega total para aguantar las miradas de aquel ejemplar que miraba mucho y sabía bien lo que dejaba atrás. Luis David aguantó con firmeza en cada uno de los muletazos de una angustiosa faena que rayó en la temeridad. Pero la confianza que el torero tenía en sí mismo fue mayúscula y así fue como terminó imponiéndose con gallardía.
La gente pasó miedo en el tendido, ya que aquello tenía autenticidad, y al margen del trofeo concedido, esa muestra de valor fue lo que marcó su brillante actuación.
En ese tono de intensidad toreó al sexto, un toro que al parecer no veía bien y con el que volvió a estar en ese tenor de valentía que parece ser ya un rasgo distintivo de su estilo expresivo. El reconocimiento para este nuevo gallo de Aguascalientes fue unánime, y el público salió convencido de que en Adame hay un torero con arrestos y capacidad para llegar lejos.
Perera cuajó una faena de trazos largos, templados y muy profundos ante el toro más potable del encierro, lidiado en cuarto lugar. El extremeño se plantó en mis medios y consintió al toro en un palmo de terreno, gustándose mucho y sacando a relucir las mejores virtudes del toro.
Quizá si no hubiera alargado demás la faena, hubiese tenido un acabado más recibido, pues al final el toro se acabó aburriendo un poco. Con ese poderío y esa finura de muñecas, Perera disfrutó el toreo en este regreso a Aguascalientes.
Juan Pablo se zumbó al segundo con una decidida autoridad y no se salvó de sufrir una fuerte voltereta. Menudo valor también el que desplegó el otro torero de casa, siempre firme y templado, además de inteligente. Qué pena que no mató con eficacia, porque merecía haber triunfado. Ahí tiene otra tarde por delante para volver a demostrar su valía