Con base en el oficio que denota su madurez profesional, Ignacio Garibay realizó lo más destacado de la corrida de esta tarde en la Plaza México, festejo que se vio condicionado por el escaso juego que brindaron los toros de La Estancia.

Es cierto que el triunfo numérico no llegó para Nacho, dado que la espada le jugó una mala pasada, pero hay que mencionar el grato sabor de boca que dejó entre la afición que hizo una no muy buena entrada en este embudo monumental. Tal es así que, incluso, muchos aficionados le gritaban que regalara un toro.

Como es habitual en él, jugó bien los brazos el torear con cadencia a la verónica al cuarto, al que llevó después al caballo por tapatías. Este astado parecía mostrar cierta alegría de inicio, pero tuvo muy poca duración y terminó agarrado al piso.

Con paciencia para darle aire entre cada serie, colocándose después en la distancia precisa y atacándolo cuando era necesario, trazó muletazos con buen sabor y calado, como ya lo habían tenido los magníficos naturales conseguidos al inicio de un trasteo que no remató con la espada, esfumándose la posibilidad de oreja.

Ya a su primero le había recetado muletazos recios, saliéndole un paso hacia adelante y toreándolo cerca de los tableros, donde el de La Estancia andaba más cómodo, aunque terminaba con la cabeza a media altura. Supo Garibay pulsearlo bien para ir limando unas acometidas incómodas, en lo que fue una labor interesante y en la que descifró muy bien las teclas que había que tocar.

Los momentos dramáticos del festejo los protagonizó Arturo Macías cuando fue prendido aparatosamente por el segundo al momento de la estocada, sufriendo un fuerte golpe en el abdomen y que incluso le llevó a ser revisado en la enfermería de la plaza.

Este toro fue deslucido, al igual que el segundo que sorteó, por lo que solamente pudo el hidrocálido mostrarse tesonero, aunque sin poder destacar mayormente más que en el quite por gaoneras a su segundo y en algunos momentos al torear con la sarga en la mano diestra.

A la postre los aficionados reconocieron con sus aplausos el esfuerzo desplegado por Macías, que no consiguió calentar el ambiente debido a las condiciones descritas.

Para Fermín Rivera tampoco fue una tarde fácil. El primero de su lote tuvo mayor movilidad que algunos de los otros ejemplares lidiados hoy, pero acudía sin ritmo y deslucía en las telas, así que el potosino solamente dejó algunos detalles de su toreo académico, andándole siempre muy bien.

El sexto de la función taurina se paró desde los primeros tercios y no fue materia propicia para que el torero de dinastía pudiera remontar la tarde, más allá de los destellos que de manera aislada aparecieron en la arena. Errático con la espada, como ya lo había estado ante su primero, y finalizó así una tarde con momentos de tedio y algo de viento.