La suerte jugó un papel importante en el devenir de la primera corrida de feria en la plaza La Luz, ya fuera porque hizo que Zotoluco dijera adiós a la afición leonesa sin el brillo que su carrera merecía, que Perera no pudiera lucir su tauromaquia contundente, o bien, que Luis David Adame tuviera que abandonar la plaza tras cortar una oreja en su primero, debido a un percance.

Y es que la faena más redonda de Zotoluco fue la de su primero, que a pesar de su juego áspero por el pitón izquierdo, le permitió cuajar muletazos de mucho mérito por el derecho, conseguidos a pesar del viento y metido en los terrenos del toro. Quizás hubiera sido mejor –otra vez la suerte- que ésta faena hubiera marcado su despedida, ya que al cuarto, el de la despedida, sí que le pudo torear tras meterlo en la muleta, aunque lo pasaportó tras algunas dificultades con espada y descabello.

Tuvo una oportunidad más debido al percance sufrido por Adame en el tercero, aunque ese toro que cerró plaza no le dio ninguna concesión y solo le dejó la opción de una labor de aliño, no siempre comprendida por el tendido. Más pinchazos y una agridulce división de opiniones, nada acorde a su trayectoria en esta plaza.

Por contra, la suerte hizo que Luis David Adame se llevara en el sorteo el toro que tuvo más posibilidades, el tercero. Lució con el capote al torear de salida por chicuelinas, además de un quite combinado por navarras y tafalleras. Inició su faena de muleta de forma espectacular con un par de cambiados por la espalda, para después aprovechar la duración de un toro que tuvo estilo aunque embestidas con el recorrido medido.

Cerró con bernadinas, que le fueron jaleadas y se fue tras la espada con mucha decisión, dejando una estocada entera a cambio de un fuerte golpe en el muslo derecho, que le causó una cornada cerrada y la salida anticipada de la plaza, con rumbo al hospital. Sin embargo quiso recibir la oreja que le fue concedida, la primera de la feria, con la cual dio la vuelta al ruedo antes de pasar a la enfermería.

Miguel Ángel Perera pechó con dos toros de distinta condición, pero que al final le impidieron el triunfo. Estuvo más cerca de tocar pelo en su primero, un toro con clase pero débil, ante el que estuvo paciente, hasta cuajar dos dosantinas ejemplares de lo que es también el temple, aquel que le da fuerza al toro que la requiere. Sin embargo pinchó y todo quedó en una ovación.

Su segundo, en cambio, fue un toro que se movió aunque careció de transmisión. Por ello, Perera estuvo largo rato por la cara, intentando por todos los medios hacer lucir las embestidas, aunque aquello no terminó de despegar ante la falta de contenido en el recorrido del toro. Cosas de la suerte.