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Anecdotario de Giraldés: ¡De obispo y oro!

Viernes, 09 Dic 2016    Tijuana, B.C.    Valeriano Salceda "Giraldés" | Opinión   
El hijo de Alfonso Pedraza "La Gripa" que quería ser sacerdote
Alfonso Pedroza "La Gripa" nació en Aguascalientes. Seguramente influenciado por el ambiente que se vive en esa ciudad, desde muy chico se sintió atraído por la Fiesta y decidió hacerse torero. Tenía una gran afición y su vida eran los toros, y nada más que los toros.

Le decían La Gripa porque cuando andaba por los veinte años, una gripa mal atendida se le hizo crónica; tanto tiempo le duró que sus amigos, al preguntar por él, lo relacionaba con su enfermedad. “¿No ha llegado el de la gripa?" "¿No han visto al de la gripa?” Y así se le quedó el mote.

Empezó a torear, sumando un buen número de novilladas y no pocos éxitos. Pero muy pronto comprendió que, teniendo indudables cualidades, no reunía todas las necesarias para llegar a ocupar un lugar destacado. Así que decidió hacerse banderillero.

Fue un magnífico subalterno, logrando en poco tiempo colocarse con los matadores más destacados. Aprendió a llevar la lidia y consiguió hacerlo con dominio de la técnica. Banderilleaba bien, reuniéndose mucho y clavando con facilidad. Lidiando, que es donde un subalterno demuestra su nivel, logró sobresalir.

Una vez que se retiró de los toros, vivía soñando que uno de sus hijos se hiciera torero. El joven tenía planta, y en las ocasiones en que se le presentó la oportunidad de torear, mostró cualidades, pero no quería ser torero… ¡quería ser sacerdote!

Gran disgusto tuvo La Gripa cuando su hijo le informó su firme intención de ingresar al seminario, a lo que su padre sólo se lamentaba: "No es posible… con tus condiciones para ser torero, es un verdadero disparate que no te interese seguir adelante. Puedes llegar muy lejos".

Cierto día, caminaba Alfonso muy triste por las calles de Aguascalientes y se encontró con un amigo, quien nada más verlo, intuyó que La Gripa tenía algún problema.

-¿Qué te pasa, Alfonso? -le preguntó con interés.

-Se trata de mi hijo -contestó La Gripa compungido -puede llegar a ser un torero importante, reúne grandes cualidades para el toreo y ¿qué crees? Se ha empecinado en ser sacerdote y va a entrar al seminario.

-Hombre, eso no es para estar triste -comentó el amigo -a lo mejor dentro de poco tiempo lo vemos de obispo.

-¡Eso, eso! -dijo La Gripa con entusiasmo -¡De obispo y oro quiero verlo, pero en la puerta de cuadrillas!


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