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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 17 Sep 2020    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...De esas suertes que en su día gustaron y más tarde dejaron..."
La riqueza interpretativa de las distintas suertes del toreo, es uno de los grandes valores de la tauromaquia, porque no sólo refleja la creatividad de sus inventores, sino que es un referente puntal del desarrollo de la lidia a lo largo de los años.

Y así como hay suertes en desuso porque ya no gustan a los públicos, o no son aptas para el beneficio de la lidia o, simplemente, porque pasan de moda, hay otras que reviven o se posicionan dependiendo de las circunstancias de un arte que, parafraseando a Octavio Paz, sigue siendo "poesía en movimiento".

De esas suertes que en su día gustaron y, más tarde dejaron de interpretarse, existe una que ejemplifica perfectamente el anterior razonamiento: “La mariposa”. Esta suerte la inventó Marcial Lalanda en la plaza de tientas de la ganadería de La Punta. Y lo hizo, como otras tantas suertes, sin haberlo ensayado previamente, sino con el propósito de quitarse la embestida incómoda de una becerra cuando intentaba hacer un quite con el capote a la espalda.

Después de ver que aquello gustó a las pocas personas que estaban presentes, el maestro volvió a realizarla ya con una intención premeditada, y fue así que surgió este vistoso y difícil lance, que adquirió su nombre por el bello revuelo de capote, que semeja las alas de ese delicado insecto.

Uno de sus mejores intérpretes fue Alberto Balderas, que poco antes de su muerte la prodigaba con un sello muy especial. Sin embargo, ¿por qué no prosperó este quite al cabo de los años? Por la sencilla razón de que es sumamente difícil y riesgoso de ejecutar y, sobre todo, durante su realización se le "tocan" mucho los lados al toro. Esto significa que se le “avisa” demasiado con ese constante movimiento de lado a lado del capote, que puede devenir en que "aprenda", o desarrolle sentido, y su conducta empeore a lo largo del resto de la lidia.

En primero de junio del año pasado, Antonio Ferrera deslumbró en la plaza de Las Ventas con una estocada a larga distancia a un toro de Zalduendo, al que le caminó un trecho con la muleta por delante, y la espada en ristre, para resolver la suerte de una manera asombrosa, en la que, el mérito fue dejar venir al toro desde tan lejos y el riesgo que ello implica.

Esta forma tan singular de matar, que bien podría denominarse como "estocada a lo Ferrera", o "estocada de largo o andando", ha venido a enriquecer un apartado de la lidia que, en el caso de la suerte de matar, no tiene demasiadas variantes, y que difícilmente será interpretada por algún otro torero.

Así que casi es seguro que adquiera una curiosa denominación de origen tan propia de la inquieta y creativa imaginación del extremeño, que ya la hizo en la Plaza México en la temporada pasada, y también en Arles, hace apenas unos días. Por lo visto, se trata de una suerte que ya la tiene "muy hecha". Y eso es bueno porque ha venido a darle expresión personal y frescura a su sentimental tauromaquia.


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