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Historias: Armando de María y Campos

Miércoles, 23 May 2018    CDMX    Francisco Coello Ugalde | Foto: Archivo   
"...también fue un coleccionista peculiar..."

En uno de sus muchos escritos, el autor planteaba hacia 1965: Mucho muere de lo que se escribe en los periódicos, pero mucho sobrevive, embalsamado. La historia del teatro no es nada más hablada. (Escenarios del 3 de diciembre de 1965. El Heraldo de México).

Cuando uno se acerca a la obra de Armando de María y Campos (Ciudad de México, 23 de mayo de 1897-10 de diciembre de 1967), se descubre un legado caudaloso formado por libros, revistas, e infinidad de textos en los que predominan las biografías, las reseñas teatrales, las conferencias, su profunda relación con la radio, así como con las diversas redacciones de periódicos y revistas. Evidentemente uno de los asuntos que divulgó con mayor entusiasmo fue el tema de los toros.

Dígalo si no la siguiente relación en la que destaca el oficio como escritor taurino:

1917: se desempeña como jefe de redacción de la revista literaria Mefistófeles donde publica sus primeras notas taurinas.

1919: la imprenta nacional le edita su volumen de crónicas Frivolerías. Asume la dirección de la revista Mefistófeles.

1920: publica La ciudad taurina. Se convierte en el nuevo director de El Heraldo Ilustrado así como en secretario de redacción del periódico México Nuevo.

1921: aparecen dos libros titulados Los lidiadores y Gaoneras.

1924: bajo el seudónimo de El Alcalde de Zalamea publica Don valor Freg. De las faenas de Luis Freg en las plazas de España y México, Gaona el grande y Gaona se va.

1925: funda la revista El Eco Taurino, mismo que se extendió hasta 1940. Con el seudónimo de El duque de Veragua publica el libro de entrevistas Lo que confiesan los toreros.

1933: Se inicia en la radio comentando los hechos artísticos más relevantes de la Ciudad de México.

1934: en la sede de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística imparte la conferencia Hispanoamericanismos de los periódicos taurinos, publicada el mismo año.

1935: trabaja como redactor de espectáculos en El día.

1936: dirige la estación XEFO del Partido Nacional Revolucionario.

1937: colabora en Revista de Revistas, dirigida entonces por Roque Armando Sosa Ferreyro.

1938: aparece el libro Los toros en México en el siglo XIX. Se convierte en miembro fundador de la Asociación de Cronistas de Espectáculos Teatrales y Musicales.

1939: se publican Los payasos, poetas del pueblo (el circo en México), y Las costumbres teatrales de México en el siglo XIX, a través de los reglamentos teatrales.

1940: aparece su libro Breve historia del teatro en Chile y de su vida taurómaca.

1941: trabaja como cronista en la revista Tiempo (hasta 1967, año de su fallecimiento). 

1942: colabora en La Lidia. Revista gráfica taurina hasta 1945.

1943: salen a la luz las biografías Ponciano, el torero con bigotes y Vida y muerte de Alberto Balderas.

1944: aparece La navegación aérea en México. Es nombrado gerente de la XEB.

1946: colabora en Novedades con una columna teatral e histórica donde abordó también el tema taurino (esto hasta el año 1965). Ese mismo año, los señores Agustín Millares Carlo y Francisco Gamoneda, a la sazón Director y Secretario de la Sociedad Mexicana de Bibliografía, informaron a Armando de María y Campos sobre su elección por unanimidad como socio fundador.

1948: Colabora como comentarista de la fiesta brava en la revista especializada El ruedo de México.

1949: publica Entre cómicos de ayer: apostillas con ilustraciones sobre el teatro en América.

1953: se imprime Imagen del mexicano en los toros.

1958: publica Vida dramática y muerte trágica de Luis Freg. Memoria y confesiones.

1960: publica Memorias de Vicente Segura: niño millonario, matador de toros, general de la Revolución.

Entre 1964 y 1967, aparecieron 250 columnas denominadas “Escenarios” en El Heraldo de México, siendo estas las últimas colaboraciones que legó a la prensa. El mismo día de su fallecimiento, justo el 10 de diciembre, apareció en dicho diario “Teatro del Espíritu”.

Años más tarde, y de manera póstuma, fueron editándose otros títulos con los que se intentaba completar su obra. Quedan todavía algunos trabajos inéditos en poder de sus herederos, mismos que esperamos con entusiasmo.

Entre lo ya publicado, después de su muerte, se encuentran algunas otras obras, entre las cuales se tienen estos títulos que abordan el tema taurino:

-Historia de los espectáculos en Puebla.

-Las peleas de gallos en México.

-Lírica y dramática de la Independencia.

 Armando de María y Campos también fue un coleccionista peculiar, pues llegó a reunir infinidad de documentos, impresos, fotografías y otras evidencias que, con los años pasaron a manos de otros particulares o instituciones como el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli, el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez, y ahora el Centro de Estudios Históricos de México CARSO, mismos que se han convertido en custodios de tales piezas, invaluables muchas de ellas.

El pasado mes de diciembre, se cumplieron 50 años de su desaparición física, ocurrida el 10 de diciembre de 1967. Sin embargo es la obra, la inabarcable obra, el motivo suficiente para rememorarlo y dedicarle otro reconocimiento más, como el presente, el cual tiene que ver con la concentración de obra de uno de los autores más prolíficos habidos en nuestro país, por lo menos de dos siglos para acá.

Recordemos el caso de Carlos María de Bustamante, Guillermo Prieto, o el de Artemio de Valle-Arizpe. En medio de tan señeras figuras de las letras mexicanas, se encuentra Armando de María y Campos, cuya última contribución –como ya se apuntaba párrafos atrás-, fue la de 250 columnas conocidas como Escenarios (esto en El Heraldo de México 1964-1967), que fueron el cúmulo de reseñas, críticas y perfiles de aquel mundo teatral que tanto amó.

De hecho Escenarios ya era un trabajo conocido en Novedades, donde publicó –por decirlo así-, la primera serie entre 1944 y 1965, sin dejar de mencionar otros trabajos de crítica teatral que siempre estuvieron presentes en diversas publicaciones relacionadas con el medio. En esta segunda, estamos ante un trabajo cotidiano, el de un personaje cuya costumbre fue asistir a funciones teatrales o servirse de su entorno para emitir opiniones a lo largo y ancho de ese generoso aporte a la reflexión que un género dramático como el teatro mismo demanda.

Finalmente, Armando de María y Campos se alejó de los toros con una carga de decepciones a cuestas, sobre todo porque consideraba que “la fiesta ha venido a menos por los ganaderos. No se han fijado que los toros como los toreros y los hombres necesitan sangre; por eso hay que cuidar la liga que descuidan…” De igual forma, afirmaba “Me he retirado de la escritura porque soy enemigo del mecanismo actual fabricando crónicas con machote. En un festejo celebrado durante la feria de San Isidro, se le otorgó a regañadientes a José Huerta una oreja y al día siguiente todos los periódicos dijeron que había cortado dos; a “El Cordobés” al confirmar su alternativa lo tropezó el toro cayendo delante y el mismo le infirió un puntazo a la vez que con el testuz le pegó un golpazo en las partes nobles, provocando el rictus de dolor apreciado en las fotos, pero luego se habló de un cornadón que no pudo suceder porque a los quince días ya estuvo toreando con cojera artificial en una placita de Málaga, en donde yo mismo lo vi.

"El citado Cordobés emociona, pero no hace el toreo. Claro está que alguna vez lo hará, pero mientras mejor lo haga menos emocionará".

En medio de sus pasiones y sus razones, se fue de los toros El Duque de Veragua, el Alcalde de Zalamea, ese autor con más de cien libros publicados que, en tanto polémico, sigue y seguirá siendo referencia entre quienes nos encontramos con frecuencia sus lecturas y enseñanzas.

Dedico estas notas a la señora Perla de María y Campos, hija de nuestro homenajeado.


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