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Historias: Festejos en Teposcolula

Miércoles, 17 Ene 2018    CDMX    Francisco Coello | Foto: Archivo   
"...un importante motivo para demostrar su fidelidad..."

En el poblado de San Pedro y San Pablo Teposcolula (hoy estado de Oaxaca), se celebraron diversos festejos (donde las corridas de toros fueron parte esencial). Ello ocurría entre fines de diciembre de 1817 y comienzos de enero de 1818, bajo el pretexto de realizar tales demostraciones "en obsequio del Rey N. S".

Eran los tiempos en que la restitución al trono del monarca Fernando VII creaba condiciones para atenuar el avanzado movimiento de independencia, así como la posibilidad de recuperación, por parte de los más conservadores, de un régimen virreinal que se tambaleaba.

Ello trajo consigo unos tiempos inestables en lo social, político, económico o religioso, sobre todo partiendo del hecho de que la emancipación como tal, se hizo patente en diversos puntos del territorio novohispano, lo que originó la presencia de movilizaciones militares encabezadas por muchos de quienes hoy la historia recoge como "héroes de la patria".

Este poblado que se ubica en zona mixteca por esencia, y distante 142 kilómetros de la capital oaxaqueña, recorrido que habría tomado varias jornadas para arribar al mismo, representó entre sus pobladores un importante motivo para demostrar su fidelidad al Rey, lo que significó poner en marcha la organización de los festejos en la que tomaron parte activa más de 3000 personas de “distintos pueblos y clases”.

Juan Antonio de Herrera, principal autoridad del poblado, envió un completo informe al entonces virrey Juan Ruiz de Apodaca, fechado el 22 de febrero de 1818, en el que se detallan los festejos celebrados a partir del día 26 de diciembre de 1817. En tal ocasión, se movilizó una compañía de “moros y cristianos” quienes dispuestos para la carrera, recorrieron las principales calles repartiendo los convites acompañados con una hermosa orquesta.

De acuerdo a lo indicado en la Gaceta del Gobierno de México del 28 de marzo de 1818 que recoge dicha información, podemos enterarnos que para el 27 de diciembre lo que más llamó la atención fue el repique de campanas a vuelo, acompañado "con su correspondiente salva".

2El corredor de la casa real, sita en la plaza de esta cabecera de Teposcolula estaba colgado de damasco y terciopelo carmesí, en cuyo centro había un dosel de lo mismo, con el real retrato de S.M. y la iluminación era de 6 hachas de cera de cuatro pabilos cada noche".

Con todo el aparato que supone la realización de aquellas fiestas, fueron surgiendo uno a uno los elementos que generaron el gozo popular. Sobresale la notable iluminación, o la presencia del “carro triunfal”, tirado por cuatro niñas, mismo que arribó a la iglesia donde se cantó misa y en la cual el “M.R.P.P.Fr. Plácido Pelaez”, leyó una oración panegírica llena de exaltación.

Por la tarde, y en medio de ambiente sin igual, comenzó la primera corrida de toros, misma que concluyó a las cinco de la tarde. A la taurina función siguió otro episodio de iluminación, y a este la representación de la comedia La mayor dicha en amor y glorias del Rey Fernando.

El 29, y sin que faltara la obligada misa, hubo más tarde una segunda función de toros, la cual pudo haberse celebrado como al medio día, pues por la tarde lo más atractivo fue nuevamente, el paseo de moros y cristianos, visto con deleite acompañado de magnífico refresco.

Con programa bastante parecido, el desarrollo de los días 30 y 31 se vio enriquecido por otras dos corridas de toros, iluminación, moros y cristianos, orquesta, cohetes… y vivas.

Culminaron aquellos fastos el 1 de enero con la quinta corrida de toros y todos aquellos componentes ya referidos, además de unos fuegos de artificio que fueron vistos con admiración, y un grato refresco, en medio de vivas populares, refrendados evidentemente por las autoridades civiles y hasta por un notable sector de "señores curas, reverendos religiosos, señores oficiales y demás nobles personas de primera distinción", quienes con toda seguridad eran los más interesados en que tales conmemoraciones tuviesen ese grado, suficiente para trascenderlo como noticia que, por su relevancia divulgó la entonces célebre Gaceta.

Este mismo vehículo de información, daba noticia en su edición del 24 de marzo del mismo año, y bajo los mismos motivos, sobre una corrida de toros celebrada en la plaza de toros de San Pablo, en la ciudad de México, misma que comenzó a las doce y media. Por la tarde, no faltó el paseo público en (el canal de) la Viga, hermoseado bajo las notas de diversas músicas militares y ya para la noche, en el teatro de moda, una solemne función, con iluminación y adornos por doquier, que engalanaban aún más el canto, durante los intermedios de "alguna composición análoga al objeto de la celebridad del día".

Lo interesante en todo este informe es el conjunto de preguntas que surgen a partir de los cinco festejos en una región cuyas características no necesariamente la identifican como de arraigo taurino.

Llama la atención el hecho en el que detrás de todo esto, se encontraban responsables como el asentista o empresario que ofreció organizarlas, así como del sitio y la forma en que se montó la plaza. Resultaría interesante saber qué hacienda del rumbo surtió el ganado y cuáles sus características en cuanto a presencia (fenotipo) y su respectivo juego durante la lidia. Del mismo modo, las suertes que se practicaban entonces, y si estas mostraban alguna diferencia con las realizadas en espacios urbanos como la propia ciudad de México, en la que probablemente ya figuraban los célebres hermanos Luis, Sóstenes, José María y Joaquín Ávila.

Desde luego, la información que llega hasta nuestros días, por consecuencia es apenas una pincelada de aquellas conmemoraciones, lo que ya es de agradecer. Sin embargo, esto es suficiente motivo para que los historiadores podamos ir un poco más allá, y con esto, contar con nuevos datos que permiten evidenciar entre otros puntos interesantes, el hecho de que las grandes capitales no fueron los únicos escenarios para ocasiones como esa peculiar “demostración de fidelidad”, sino que también poblados como Teposcolula también tenían la capacidad para hacerse notar.

En la obligada doble lectura se percibe un trasfondo político que buscaba recuperar condiciones de estabilidad convenientes a un conjunto de instituciones –como las políticas, militares o religiosas–, lo cual significaría entender que destinaron capitales importantes para materializar aquellos festejos, con la ayuda de pobladores cuya disposición fue cooperar en la articulación de todas las representaciones, lo cual no fue poca cosa.

Además fue frecuente en aquellas épocas, la elaboración de "cuentas de gastos" en las que se conoce a detalle, la administración de los recursos. Las autoridades quedaban prácticamente obligadas a presentar dichos balances, evitando así cualquier sospecha, y garantizar la posibilidad de que siguieran efectuándose otros festejos, muchos de los cuales estaban ligados al calendario religioso. Famosas fueron en su momento las “fiestas de tabla”, eje rector de las conmemoraciones en este país por muchos años en distintas regiones del mismo.

A tan significativos pretextos, se unieron otros, generados por motivos diversos surgidos desde el ámbito político, social, e incluso académico, por lo que las fiestas siempre tuvieron notoria presencia, estando entre sus más representativos elementos las corridas de toros.

Concluiré apuntando otros breves detalles. Teposcolula se encuentra inscrito en la lista de "Pueblos mágicos2, proyecto impulsado directamente por la Secretaría de Turismo. En su bellísimo convento, obra de mediados del XVI, se venera al Señor de las Vidrieras. Como se habrá apreciado en la composición que ilustra las presentes notas, es muy probable que en el propio atrio del convento, espacioso y en disposición rectangular, se haya montado la plaza de toros o alguna otra construcción efímera, de todas las que se utilizaron en las fiestas que hoy han sido motivo de evocación.


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