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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 24 Nov 2016    Ciudad de México    Juan Antonio de Labra | Opinión   
...el aficionado tendrá oportunidad de ver el cruce que la familia Llaguno...
El próximo sábado regresa a la Plaza México una ganadería emblemática, la de José Julián Llaguno. Y me pesa que sea sin la presencia de don Pepe, porque le hubiera hecho una tremenda ilusión volver a ocupar el palco de ganaderos donde vivió muchas tardes de triunfo a lo largo de su brillante trayectoria.

Pero estarán sus hijos, con José Miguel a la cabeza, en lo que seguramente será un gran homenaje -callado y sentido- a la memoria de un hombre que heredó una fuerte afición por el toro bravo y el campo, y que supo llevar a cotas muy altas, como pocos, a través de la crianza de tan magnífico animal.

La divisa de José Julián Llaguno volverá a ondear con orgullo en los morrillos de los toros criados en Saín Alto después de 20 años de una incomprensible ausencia, impuesta por un veto. Así que hechos como éste, la reaparición en la capital de un hierro tan significativo, debe ser un motivo de alegría e interés para el aficionado.

Porque de aquella tarde triunfal del 29 de noviembre de 1992, cuando don Pepe echó los toros cinqueños que en su día Diódoro Canorea había reseñado para la Maestranza de Sevilla, todavía se guardan imborrables recuerdos del mano a mano que sostuvieron José Mari Manzanares y Mariano Ramos, que ese día estuvo cumbre, sobre todo con el sexto, un toro de nombre "Campero" al que le tumbó dos orejas. Y Mariano, en esa corrida, evocó lauros pasados con toros de esta asolerada casa zacatecana, ya que el recuerdo de "Abarrotero" sigue vivo gracias a una obra maestra del torero charro, al que la bravura siempre le sentaba muy bien.

Después de esa corrida de noviembre del 92, don Pepe lidió el 19 de febrero de 1995. El cartel estaba compuesto por Guillermo Capetillo, Miguel Espinosa "Armillita" y Federico Pizarro. Tanto Miguel como Federico cortaron sendas orejas, a los toros "Talismán" y "Amuleto", respectivamente.

El 21 de febrero de 1996, en que vinieron por última vez, los toros de José Julián Llaguno fueron estoqueados por Rafael Ortega, Humberto Flores y un jovencísimo José Tomás, que cortó una oreja a "Confederado", la primera que obtuvo en La México, tras haber tomado la alternativa en este mismo escenario dos meses antes.

A diferencia de los toros lidiados en esas corridas, ahora el aficionado tendrá oportunidad de ver el cruce que la familia Llaguno hizo al importar, hace dos décadas, el ganado de encaste Domecq (vía Jandilla) con el que decidió refrescar su hato.

Con cuánta ilusión viajó don Pepe a Andalucía para elegir el ganado a tierras andaluzas, y lo trajo en aquel avión de Iberia debajo de donde él y sus hijos viajaban cómodamente, en una anécdota que en nada se parece a la odisea de la importación que hizo su tío Antonio para San Mateo, allá por 1908, y que su padre, don Julián, supo dar un sello propio cuando formó su divisa de Torrecilla, con la que debutó en El Toreo de la Condesa en 1932.

Estos toros actuales de José Julián Llaguno, que conserva la línea pura de San Mateo, así como la línea pura española, herrada con la "J" de Jandilla, tiene también sangre mestiza, la que ha sabido mezclar José Miguel Llaguno Gurza, continuador de este magnífico legado genético del que hoy es responsable.

Será la primera vez que el hierro de José Julián Llaguno lidiará en la Plaza México bajo la férula de otro hombre sobre cuyos hombros recayó la carga histórica de una familia, asumida con entrega y dedicación, para seguir engrandeciendo una saga ganadera de la que debemos sentirnos orgullosos. 

Así que… "¡va por usté don Pepe!", que desde ahí arriba sabrá echar un capote a sus hijos, con esa inolvidable y contagiosa simpatía que irradiaba alrededor del toro bravo, puesto en la plaza con edad y trapío, sin cuentos de por medio, como deben echarlos aquellos que se precian de ser ganaderos de una raza única en el mundo. 


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